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29 de mayo de 2021

#DailyLine (ADELANTO) Libro 9. Feliz día de la abeja

Fuente/Source: Diana Gabaldon

 


 

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Jamie suspiró, plegó la carta dentro de su bolsillo e incapaz de quedarse sentado con sus pensamientos, subió la colina hacia el jardín de Claire, no con la intención de hablarle sobre la carta y sus pensamientos, solamente buscando el bienestar momentáneo de su presencia.

Ella no estaba allí, dudó en la verja, pero finalmente la cerró detrás de él y caminó despacio hacia la hilera de colmenas. Le había construido un gran banco de trabajo y en ese momento había nueve colmenas encima, emitiendo un pacífico zumbido bajo el sol de otoño. Algunas de ellas eran de paja, pero Brianna había construido tres cajas también, con marcos de madera dentro y una especie de desagüe para facilitar la recolección de miel.

Tenía algo en el fondo de su mente, un poema que Claire le había recitado una vez, sobre nueves y abejas. Solamente recordaba un trocito: nueve hileras de judías tendré, y una colmena para abejas, y viviré solo en el claro ruidoso de las abejas. El número nueve siempre le había hecho desconfiar debido al extraño encuentro con una adivinadora parisina.

"Morirás nueve veces antes de morir" le dijo. Claire había intentando, de vez en cuando, saber las veces que debería haber muerto y no lo hizo. Él nunca lo intentó ya que tenía la superstición de no atraer la mala suerte pensando en eso.

Las abejas estaban a lo suyo. El aire estaba lleno de ellas. Sus alas captaban el sol tardía haciéndolas brillar como chispas entre el verde del jardín. Había algunos girasoles a lo largo de una pared, con sus semillas como piedras grises, sedum y rosas fucsias. Gencianas violetas- las reconoció porque Clare había hecho un ungüento con ellas que había utilizado con él en más de una ocasión.- y había traído algunas de Willington y había plantado en un lugar arenoso que había preparado para ellas. Él había cavado y traído la arena, y sonrió ante el contraste del pálido terrero arenoso con la tierra arcillosa más oscura. A las abejas parecía que les gustaba el dorado- pero Claire decía que sobre todo recolectaban en los bosques y prados en este momento. 

Se dirigió lentamente hacia el banco de trabajo y dirigió una mano hacia las colmenas, y no las había tocado todavía cuando dos o tres abejas se posaron en su mano haciéndole cosquillas en su piel con las patas. "Para que no piensen que eres un oso" había dicho Claire riendo. Sonrió ante el recuerdo y puso su mano en la paja calentada por el sol. Solamente la dejó posada un momento dejando ir sus problemas, uno a uno.

"La cuidaréis, ¿verdad?" dijo al fin, hablando suavemente a las abejas. "Si ella viene a vosotras y os dice que me fui, la alimentaréis y la atenderéis?" Se quedó un momento más, escuchando el incesante zumbido. 

"Os la confío" dijo finalmente y se giró para irse con su corazón más ligero en su pecho. No fue hasta que cerró la verja detrás de él y comenzó a bajar hacia la casa, que le vino a la mente otro trozo del poema.

"Y tendré algo de paz allí, porque la paz llega lentamente....."



1 de mayo de 2021

#DailyLine (ADELANTO) Libro 9. Jamie cumple 300 años. Gérmenes y retretes.

 Fuente/Source: Diana Gabaldon


 

Roger encontró a Jamie de pie en el borde de un gran agujero rectangular en el suelo, evidentemente perdido en la contemplación de sus produndidades.

"¿Un nuevo retrete?" preguntó, meneando con la cabeza hacia el agujero. Jamie levantó la cabeza y lo miró, sonriendo al verlo, y Roger sintió que lo invadía una ráfaga de calidez, por más de una razón.

"Sí. Solo quería que fuera uno común, sabes, con un solo asiento", Jamie hizo un gesto hacia el agujero, el último sol de la tarde dando a su cabello y su piel tonos dorados. "Pero con cuatro personas más - ¿y tal vez más, a medida que avanza el tiempo? Quiero decir, porque dices que piensan quedarse."

"Y luego también está la gente que viene a ver a Claire. Uno de los chicos Crombie vino a verla la semana pasada, para obtener remedios para su caso de diarrea ardiente, y pasó tanto tiempo gruñiendo y gimiendo en el retrete de Bobby Higgins que la familia no tuvo más opción que salir corriendo hacia el bosque para sus necesidades, y Amy no estaba para nada contenta con el estado del retrete cuando el muchacho se fue, te lo aseguro."

Roger asintió.

"Entonces, entonces ¿piensas hacerlo más grande? ¿O con dos letrinas?

"Sí, esa es la cuestión." Jamie parecía complacido de que Roger haya sido capaz de captar la esencia de la situación rápidamente. "Verás, la mayoría de los lugares donde viven familias tienen un espacio en el que caben dos a la vez -los MacHughs tienen un retrete con tres hoyos, y es una hermosura; Sean MacHugh es un hombre astuto con las herramientas, y eso es bueno, ya que tiene siete hijos. Pero la cosa es-" Frunció un poco el ceño y se volteó para mirar hacia el fuego, que en ese momento estaba oculto detrás de la masa oscura de la chimenea. "Las mujeres, ¿entiendes?"

"Quieres decir, Claire y Brianna." Roger entendió de inmediato lo que Jamie estaba tratando de decir. "Sí, tienen nociones de privacidad. Pero un pequeño pestillo del lado de adentro de la puerta..."

"Sí, pensé en eso." Jamie descaró la posibilidad agitanto su mano. "La dificultad radica más en lo que ellas piensan de los... gérmenes. Pronunció la palabra con mucho cuidado y por debajo de sus cejas miró rápidamente a Roger, como para corroborar que la hubiera pronunciado bien, o como si no estuviera seguro de que fuera en realidad una palabra real.

"Oh, no había pensado en eso. Quieres decir que las personas enfermas que vengan por tratamiento podrían dejar..." Señaló el agujero con la mano.

"Sí. Deberías haber visto las instrucciones cuando Claire insistió en escaldar el retrete de Amy con agua hirviendo y jabón de lejía y verter trementina en el agujero luego de que el muchacho Crombie se fue." Sus hombros se elevaron recordando esto. "Si ella hiciera eso cada vez que algún enfermo usara nuestro retrete, todos haríamos nuestras necesidades en el bosque también."

Sin embargo, rió, y Roger también.

"Entonces, ambas cosas," dijo Roger. "Dos letrinas para la familia, y un retrete separado para los visitantes -o mejor dicho, para la consulta- diles que es por conveniencia. No querrás parecer altanero al no dejar que las visitas usen tu propio retrete."

"No, eso no serviría en absoluto." Jamie vibró un instante, luego se detuvo y se quedó un momento, mirando hacia abajo, todavía con una media sonrisa en el rostro. Los olores de la tierra húmeda recién excavada y de la madera recién cortada se espesaban a su alrededor, mezclándose con el olor del fuego, y Roger casi podía imaginar la casa solidificándose a partir del humo. Jamie entonces dejó de lado lo que estaba pensando y volteó la cabeza para mirar a Roger.

"Te extrañé, Roger Mac," le dijo.