23 de febrero de 2014

Adelanto de "Written in My Own Heart's Blood" (Octavo Libro)

 
 
Publicación original en la página de Facebook de Diana Gabaldon.
 
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Roger se dirigió trabajosamente hacia el paso de montaña, murmurando (como lo había hecho durante los últimos kilómetros)

"Si hubiéramos visto éste camino antes de que se hiciera, daban ganas de elevar las manos al cielo y bendecir al General Wade"

El General irlandés Wade había pasado doce años construyendo cuarteles, puentes y carreteras por toda Escocia, y si éste pequeño trabajo no había sido tallado en piedra, debería serlo, pensó Roger. Había cogido una de las carreteras del General cerca de Craig na Dun, y le había llevado tan rápido como el pudiera caminar a unas pocos kilómetros de Lallybroch

Los últimos kilómetros, sin embargo, no habían gozado de la atención de Wade. Un camino rocoso, salpicado de ciénagas y densamente cubierto de brezo y tojo te conducía a través del paso y protegía Lallybroch.Las laderas más bajas estaban sembradas con hayas, alisos y robustos pinos de Caledonia, pero más arriba no había ni sombra ni cobijo, y un fuerte viento frío te golpeaba mientras subías.

¿Podría Jem haber llegado tan lejos si hubiera escapado? Roger y Buch habían estado tiempo alrededor de Craig na Dun, esperando que quizás Cameron parara para descansar después del esfuerzo del viaje, pero no había ninguna señal, ni siquiera la huella de una zapatilla de talla 4 en el barro. Roger se había dado prisa parando a llamar a la puerta de cualquier granja que se encontrara, pero no había muchas en el camino

Su corazón latía con fuerza y no sólo por el esfuerzo de la subida. Cameron les llevaba un día de ventaja por lo menos. Si Jem no se había dirigido a casa, entonces.... Cameron no había llegado a Lallybroch. pero, ¿dónde habría ido? quizá siguiendo el camino en buen estado, girando diez millas atrás y al Este, quizá en territorio de los Mackenzies, pero, ¿por qué?

"!Jem!" gritó una y otra vez por donde pasaba, a pesar de que los páramos y montañas estaban vacíos a salvo por el susurro de los conejos y los armiños, y silencioso a excepción del chillido de los cuervos y de alguna gaviota en lo alto, signo del mar distante.

"!Jem!" gritó como si pudiera obligar una respuesta por pura necesidad, esa necesidad que le hacía imaginar un grito de respuesta que cuando se paraba analizar se daba cuenta que había sido el viento. Sólo el viento, gimiendo en sus oídos, entumeciéndole. Podía caminar a penas a diez pasos de Jem y no verle, y el lo sabía.

1 comentario:

  1. Que angustia. Me temo que DG, además de guerra, nos hará sufrirun rato

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