La publicación original en inglés se encuentra en la págian de Facebook de Diana Gabaldon
Traducción: Patricia Ransom.
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#moby #díadebatalla
Jamie se dirigió hacia su compañía que esperaba reunidos de forma dispersa cerca del río. El aliento del agua y la niebla creciente le reconfortó, envolviéndolo por un tiempo en la paz de la noche y la sensación de su gente sobre sus hombros. Le había dicho a Ian Mór que permaneciera con Ian Óg, pero todavía tenía la antigua sensación de que había tres hombres con él.
Necesitaría de la fuerza de su mente. Trescientos hombres que había conocido durante los últimos tres días. Siempre que anteriormente había llevado hombres a la batalla eran los hombres de su sangre, de su clan, los hombres que le conocían y confiaban en él, de la misma manera que él los conocía y confiaba en ellos. Sin embargo, estos hombres eran extraños para él y aún así, sus vidas estaban en sus manos.
No le preocupada su falta de formación, eran rudos e indisciplinados,
mera chusma en comparación con los continentales formados durante el
invierno por Von Steuben- el pensamiento del pequeño prusiano en forma
de barril le hizo sonreír. Sus tropas habían sido siempre de esta clase
de hombres: agricultores y cazadores, sacados de sus obligaciones
diarias, armados con hoces y azadas y con frecuencia con mosquetes o
espadas. Habían peleado como demonios por él- con él- porque confiaban
en él.
"Entonces ¿cómo va el asunto, reverendo?", Dijo en voz baja al ministro, que acababa de bendecir a su rebaño de voluntarios y estaba entre ellos encorvado en el abrigo negro, como un espantapájaros que protege su campo brumoso en la madrugada. El rostro del hombre, siempre severo, se aligeró al verlo, y se dio cuenta que el cielo había comenzado a brillar.
"Todo bien, señor", dijo Woodsworth bruscamente. "Estamos listos."
"Entonces ¿cómo va el asunto, reverendo?", Dijo en voz baja al ministro, que acababa de bendecir a su rebaño de voluntarios y estaba entre ellos encorvado en el abrigo negro, como un espantapájaros que protege su campo brumoso en la madrugada. El rostro del hombre, siempre severo, se aligeró al verlo, y se dio cuenta que el cielo había comenzado a brillar.
"Todo bien, señor", dijo Woodsworth bruscamente. "Estamos listos."
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