19 de octubre de 2019

#DailyLine (Adelanto) Libro 9 por el cumpleaños de Claire: Abigarrado.

Fuente/Source: Diana Gabaldon


En honor por el cumpleaños de Claire Elizabeth Beauchamp Randall Fraser Randall Fraser Grey Fraser.

Extracto de "Go Tell the Bees That I am Gone", Copyright 2019 Diana Gabaldon.

Escuché a medias a Mandy, demostrando su cariño a Esmeralda y a la vez denunciando a su hermano y a Germain, pero la mayor parte de mi atención estaba puesta en lo que ocurría en el claro debajo.

Podía escuchar la voz de Jem, alta y argumentativa, y la de Roger, firme y en un tono mucho más bajo, pero no puede distinguir ninguna palabra. Sin embargo, Roger estaba hablando, y no escuché ningún ahogo ni tos... eso era bueno.

El recuerdo de Roger gritando a los niños era mejor aún. Lo había hecho antes, era una necesidad -los niños y los grandes espacios abiertos siendo lo que respectivamente son- pero jamás lo había escuchado hacerlo sin que se le quebrara la voz, para luego toser y aclararse la garganta. MacEwan había dicho que era una pequeña mejora, y que la curación lleva tiempo.

¿Yo había realmente hecho algo para ayudar?

Miré críticamente la palma de mi mano, tenía el mismo aspecto de siempre; un corte con papel a medio sanar en el dedo anular, manchas de juntar moras, y una ampolla reventada en el pulgar, por tratar de salvar del fuego del hogar el tocino sin un trapo en la mano. Ningún signo de luz azul, ciertamente.

"¿Quéz ezo, Abuelita?" Amanda se inclinó desde la mesa para ver mejor la palma de mi mano. 

"¿Qué es qué? ¿Esa mancha negra? Creo que es tinta; anoche me puse a escribir el último caso que traté. El sarpullido de Kristy Wilson". Al principio pensé que el sarpullido era zumaque venenoso, pero seguía allí de una manera preocupante... sin embargo, no tenía fiebre... ¿tal vez eran ronchas? ¿O algún tipo de psoriasis atípica?

"No, ezo". Mandy empujó su gordo y húmedo dedo en la base de la palma de mi mano. "¡Ez una letra!" Dio media vuelta con la cabeza para ver mejor, los rizos negros haciendo cosquillas sobre mi brazo. "¡La letra J!" anunció triunfante. "¡J de Jemmy! Odio a Jemmy" añadió frunciendo el ceño.

"Eh..." dije, completamente perpleja. Era definitivamente la letra «J». La cicactriz se había desvanecido a una fina línea blanca. Pero se hacía visible si la luz le daba en la forma correcta. La cicatriz que me había hecho Jamie. Cuando lo abandoné en Culloden. Cuando lo dejé rumbo a su muerte, arrojándome a través de las piedras para salvar a su desconocido hijo por nacer. Nuestro hijo. ¿Y si yo no lo hubiera hecho?

Miré a Mandy, con sus ojos azules y sus rizos negros. Perfecta como una pequeña manzana de primavera. Escuché a Jem afuera, que ahora reía con su padre. Nos había costado veinte años de separación -años de desamor, dolor y peligro. Había valido la pena.

"Es por el nombre del abuelo. J de Jamie", dije a Amanda, que asintió con la cabeza como si eso tuviera sentido perfectamente, apretanto a una Esmeralda empapada contra su pecho. Toqué su radiante mejilla, e imaginé por un instante que mis dedos habían tomado un leve color azul.

"Mandy", dije por impulso. "¿De qué color es mi cabello?"

"Cuando tu cabello se torne completamente blanco, llegarás a tu poder máximo", me había dicho una vieja y sabia mujer Tuscarora, llamada Nayawenne, muchos años antes, junto con muchas otras cosas igual de desconcertantes.

Mandy me miró fijamente por un momento, luego dijo de manera definitiva, "abigarrado". 

"¿Qué? ¿Dónde aprendiste esa palabra, por el amor de Dios?"

"Del tío Joe. Dice que ese es el color de Badger".

"¿Quién es Badger?"

"El perro de la tía Gail".

"Hmmm", dije. "Todavía no, entonces. Muy bien, cariño, vamos a colgar a Esmeralda para que se seque".

Gracias a Loriann Cornwell por la fotografía de la abeja.

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