Fuente/Source: Diana Gabaldon
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A medida que subieron más alto y el bosque se abrió, se incrementó la brisa y refrescó, e Ian se detuvo haciéndole señas con un pequeño movimiento de sus dedos.
"¿Los oyes?" le susurró en su oído.
"¿Los oyes?" le susurró en su oído.
Sí, y se le erizaron los pelos de la columna vertebral. Pequeños, ásperos aullidos, casi como el ladrido de un perro. Y aún más, una especie de ronroneo, algo entre un gato grande y un motor pequeño.
"Es mejor que te quites tus medias y te frotes las piernas con suciedad" susurró Ian, señalando hacia sus medias de lana. "La cara y las manos también"
Ella asintió, apoyó el arma en un árbol, y buscó hojas secas de un trozo de tierra, lo suficientemente húmedas para frotarlas sobre su piel. Ian, con la piel casi del mismo color que su pantalones de ante, no necesitaba mucho camuflaje. Él se alejó silenciosamente mientras ella restregaba sus manos y su cara, y cuando miró hacia arriba no pudo verle durante un momento.
Después, hubo una serie de sonidos como la bisagra oxidada de una puerta que se balancea, y de repente le vio, de pie inmóvil detrás de un árbol unos metros más lejos.
El bosque pareció muerto por un instante, los suaves rasguños y el murmullo de las hojas cesaron. Después hubo un glugluteo enfadado y ella giró la cabeza tan lentamente como pudo, para ver asomar de la hierba un pavo con su cabeza de azul pálido y mirando profundamente de un lado a otro, con su brillante y roja papada vibrando buscando al que le desafiaba.
Miró hacia Ian con las manos en la boca, pero él no se movió ni emitió ningún sonido. Mantuvo la respiración y miró de nuevo al pavo, el cual volvió a emitir otro glugluteo que se hizo eco de otro emitido por otro pavo en la distancia. El pavo que ella estaba observando miró hacia el sonido, elevó la cabeza y chilló, escuchando por un momento, y después se metió de nuevo en la hierba. Ella miró a Ian y él se dio cuenta y sacudió la cabeza muy lentamente.
Miró hacia Ian con las manos en la boca, pero él no se movió ni emitió ningún sonido. Mantuvo la respiración y miró de nuevo al pavo, el cual volvió a emitir otro glugluteo que se hizo eco de otro emitido por otro pavo en la distancia. El pavo que ella estaba observando miró hacia el sonido, elevó la cabeza y chilló, escuchando por un momento, y después se metió de nuevo en la hierba. Ella miró a Ian y él se dio cuenta y sacudió la cabeza muy lentamente.
Esperaron por el espacio de dieciséis respiraciones lentas, según pudo contar, y entonces Ian glugluteó de nuevo. El pavo saltó de la hierba y cruzó un terreno abierto, cubierto de hojas, con los ojos inyectados en sangre, las plumas del pecho hinchadas y la cola en abanico. Se paró un momento para dejar que el bosque admirara su magnificencia, luego comenzó a pavonearse lentamente de un sitio a otro, lanzando duros y agresivos chillidos.
Moviendo solamente sus ojos, ella miró hacia atrás y hacia delante entre el pavo e Ian, que cronometraba sus movimientos a los del pavo, deslizando el arco de su hombro, fijando una flecha en su mano, quedándose parado y finalmente sacudiendo la flecha cuando el pájaro realizó su turno final.
O lo que debería haber sido su turno final. Ian inclinó el arco en el mismo movimiento, y lanzó la flecha y profirió un chillido tan humano como fuerte, cuando el oscuro objeto cayó del árbol sobre él.
Él se echó hacia atrás y el pavo por poco no aterriza en su cabeza. En ese momento ella pudo ver una hembra, con las plumas erizadas de miedo, corriendo con el cuello extendido a través del campo abierto hacia el pavo igualmente sorprendido, que se había desinflado en estado de shock.
Él se echó hacia atrás y el pavo por poco no aterriza en su cabeza. En ese momento ella pudo ver una hembra, con las plumas erizadas de miedo, corriendo con el cuello extendido a través del campo abierto hacia el pavo igualmente sorprendido, que se había desinflado en estado de shock.
Por acto reflejo, cogió su arma, la sostuvo y disparó. Falló, y ambos pavos desaparecieron entre los helechos, emitiendo ruidos que sonaban como un pequeño martillo golpeando un bloque de madera.
Los ecos se apagaron y las hojas de los árboles volvieron a su murmullo. Ella miró hacia su primo que miraba su arco, después hacia el campo abierto donde su flecha había caído absurdamente entre dos rocas. La miró, y ella se echó a reír.
Los ecos se apagaron y las hojas de los árboles volvieron a su murmullo. Ella miró hacia su primo que miraba su arco, después hacia el campo abierto donde su flecha había caído absurdamente entre dos rocas. La miró, y ella se echó a reír.
Ohhhhh que suspenso con ese pavo, jejejeje. Gracias chica por traducirnos todos estos adelantos, son geniales!!!!
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