Fuente/Source: Diana Gabaldon
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Excerpt from GO TELL THE BEES THAT I AM GONE, copyright 2020 Diana Gabaldon
Brianna y los niños dormían como troncos, tirados en el suelo del desván como víctimas de una plaga repentina, entre barriles de barniz, tinta y pilas de libros y panfletos. A pesar del largo día, la emotiva reunión y la gran cantidad de vino que Roger había bebido se encontraba incapaz de dormirse de inmediato. Todavía podía sentir la vibración de la carreta y las riendas en sus manos, y una especie de hipnosis acechaba en el fondo de su mente, instándolo a caer lentamente en un remolino de arrozales, pájaros, calles empedradas y árboles que se movían como humo en el crepúsculo. Pero se contuvo, queriendo mantener este momento tanto como pudiera.
Destino. El destino, como si pudiera pensar en tal cosa. ¿Tenía la gente normal, la gente corriente, un destino? Parecía presuntuoso pensar que él sí- pero era un ministro de Dios, era precisamente en eso en lo que creía: que toda alma humana tenía un destino, y era su misión encontrarlo y cumplirlo. Justo en ese momento, sintió el peso de la preciosa confianza que tenía, y quiso no dejar que se fuera esa gran sensación de paz que le llenó.
Pero la carne es débil, y sin haber tomado ninguna decisión consciente, se disolvió silenciosamente en la noche, la respiración de su esposa y sus niños dormidos, el fuego apagado abajo y los sonidos distantes de las marismas.
¡Muchas gracias a Kate Davis por esta maravillosa foto de abeja!
Gracias chicas!
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