Fuente/Source: Diana Gabaldon
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(Fragmento de Ve y Dile a las abejas que partí , Copyright 2020 Diana Gabaldon. ¡Para celebrar el cumpleaños de Claire Elizabeth Beauchamp Randall Fraser! John Quincy Myers le ha traído a Claire un enjambre de abejas, y le está explicando el motivo por el que debería bendecir a sus nuevas abejas).
"Quieta".
"Hágase la voluntad de Dios" terminó, abriendo sus ojos y sacudiendo la cabeza. "¿Eso lo puede todo? ¿decirle a una abeja que esté quieta, por no decir a miles de abejas? ¿Por qué las abejas deberían de hacer caso de algo tan poco educado, pregunto?"
"Debe funcionar" dije. "Jamie ha traído miel de Salem, muchas veces. Quizás sean abejas alemanas. ¿Conoces una bendición más... educada?"
Sus labios se fruncieron dudando y pude vislumbrar uno o dos colmillos amarillos. ¿Podía continuar masticando carne? me pregunté revisando el menú de la cena levemente. Podía cortar la carne de conejo en trozos pequeños y revolverlos con huevo y cebollas picadas.....
"Creo que recuerdo la mayor parte de esta..."
"O Dios, creador de todas la criaturas, bendice esta colmena y hazla productiva.....es correcto, ¿productiva?. Sí, creo que.... productiva nos viene bien. Por la de......bueno, aquí vienen un gran número de santos, pero solo recuerdo a Juan el Bautista- pero si alguien sabe de miel, tú crees que puede ser él, ¿Verdad? Por todo eso de las langostas y la piel de oso- aunque por qué alguien querría hacer eso en un sitio tan caluroso como he escuchado que es Tierra Santa. De todas formas..." sus ojos se cerraron de nuevo, y extendió las manos casi inconscientemente hacia el enjambre, envuelto en una nube voladora de abejas que se movían lentamente.
"Por la intercesión de cualquiera que quiera interceder, escucha nuestras misericordiosas plegarias. Bendice y santifica estas abejas por tu compasión, para que ellas... Bueno" dijo abriendo los ojos y frunciendo el ceño. "Dice fructifica en abundancia" aunque cualquier tonto sabe que es miel lo que quieres que sea abundante. Aún así" los párpados arrugados se cerraron de nuevo contra la luz agonizante, y terminó. "por nuestro bien y el de toda la santa iglesia"
"Hay un poco más" dijo bajando las manos y girándose hacia mí. "pero ese es el meollo de la cuestión. Es decir, que puedes bendecirlas de la manera que quieras. Lo único importante- y debes saberlo ya- es que tienes que hablar con ellas regularmente".
"¿Sobre algo en particular?" pregunté con cautela flexionando mis dedos e intentando recordar si alguna vez había tenido una conversación con mis colmenas anteriores.
Posiblemente, pero no de forma consciente. Como la mayoría de los jardineros, tenía la costumbre de murmurar para mí misma entre las matas y las verduras, maldiciendo a los insectos y los conejos, exhortando a las plantas. Solo Dios sabe lo que debí haber dicho a las abejas a lo largo del camino...
"Las abejas son realmente sociables" me explicó Myers, y sopló a una suavemente del dorso de su mano. "Y son curiosas, y con toda razón, ya que van y vienen intercambiando noticias con su polen. Por lo tanto, cuéntales lo que pasa- si alguien viene de visita, si un nuevo bebé ha nacido, si alguien nuevo ha llegado o se va, o se muere. Si alguien vive o muere" me explicó quitando una abeja de mi hombro. "Si no se lo dices, se ofenden, y todas ellas se irán volando".
Podía ver alguna similitud entre John Quincy Myers y una abeja, en términos de recopilar noticias, y sonreí ante la idea. Me pregunté si se ofendería si descubriera que alguien le había ocultado algún chisme jugoso, pero realmente dudaba que alguien lo hiciera. Tenía una amabilidad que invitaba a la confidencia, y estaba segura de que guardaba secretos de mucha gente.
"En fin". El sol se estaba poniendo rápido, el olor húmedo de las plantas era intenso y los rayos de luz se clavaban entre la empalizada, vívidos entre las sombras susurrantes del jardín. "Será mejor que sigamos, supongo".
Tomando el disparatado ejemplo de John Quincy, estaba casi segura de que podía intentar mi propia bendición. Llenamos los cuatro platos con agua y los pusimos bajo las patas del taburete, para evitar que las hormigas se subieran a la colmena, atraídas por el olor de la miel. Un par de estos voraces insectos estaba ya intentando subir por las patas del taburete y las bajé con el bajo de mi falda- mi primer gesto de protección a mis nuevas abejas.
John Quincy sonrió y asintió con la cabeza mientras me estiraba y le devolvía el gesto. Extendí una mano tentativa a través del velo de abejas que entraba en la colmena, y toqué la suave paja. Puede que fuera mi imaginación, pero sentí una vibración a través de mi piel, justo debajo del umbral del oído, un zumbido fuerte y seguro.
"Oh, Señor" dije- y hubiera deseado saber el nombre del patrón de las abejas, seguramente había uno- "por favor, haz que estas abejas se sientan bienvenidas en su nuevo hogar. Ayúdame a protegerlas y cuidarlas, y haz que siempre encuentren flores. Y... descansen al final de cada día. Amén".
"Muy bien, Sra. Claire" dijo John Quincy, con voz baja y cálida como el zumbido de las abejas.
Salimos, cerrando y asegurando la puerta cuidadosamente, y bajamos fuera de la sombra de la enorme chimenea, a lo largo de la pared este de la casa. Estaba oscureciendo rápido, y el fuego de la cocina se avivó cuando entramos en ella, iluminando a mi familia que esperaba. _Hogar_
Muchas gracias a Julie Ellis por esta bonita abeja.
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