19 de mayo de 2016

Diana Gabaldon | Escena original de Atrapada en el Tiempo | Tarro de Miel

Fuente/Source: Diana Gabaldon
 
 
 
Bien, entonces, hablemos de la escena del "tarro de miel", de la que tantas quejas escuchamos últimamente. Creo que el guionista (Ira Behr, en este caso) hizo un trabajo maravilloso de seguidillas, primero usándola para conectar a Claire con Mary Hawkins, y luego, más adelante, incluso con más efectividad, para pasar del shock de Jamie "íTu tarro de miel! ¡Está desnudo!" a la humillación y la angustia de no poder hacer el amor con Claire.
 
Este es un ejemplo estupendo de una buena adaptación: en el libro, Claire llega a conocer bien a Mary en una escena mucho más larga y más prolija en la que muchas cosas ocurren -porque en ese punto, la intención es que Mary no parezca importante. Pero sí lo es, y como la serie no tiene un espacio para que ella surja de la manera que lo hace en el libro (tampoco es importante que ella sea presentada de esa manera), lo más simple es presentarla directamente, y en un contexto en el que se convierta de importancia inmediata para Claire.
 
Del mismo modo, en el libro, el alma y la hombría de Jamie fueron redimidas de manera efectiva en la última sección de Outlander, y Jamie y Claire tienen una relación (en materia sexual) relativamente normal (excepto por las recurrentes pesadillas de Jamie). Como la serie de televisión no tenía ni el tiempo ni el espacio para hacer esto al final de la primera temporada, necesitaban tratar el tema de la recuperación de Jamie de manera diferente. (Sí, creo que hubiera sido mucho mejor si lo hubieran hecho, de una manera u otra, en la primera temporada. Pero no lo hicieron. Y como es una serie honesta y realista demanda que la situación mental en la que se encuentra Jamie sea tratada, y no ignorada.)
 
Y es por esto que de manera brillante usaron la escena de la depilación en el libro (notarán que la escena de la depilación misma no se trata allí; solo se hace referencia a ella en la conversación que mantienen Jamie y Claire) para conectar cosas que no ocurren en ellos, de la manera en que estaban escritos los incidentes, pero sí eran parte del material emocional del libro, y por lo tanto eran claramente verdaderos.
 
Para aquellos que no han leído nunca la escena original del "tarro de miel" (o para quienes olvidaron los detalles, cof, cof), aquí se las dejo, para su disfrute:
 
 
 
EXTRACTO DE ATRAPADA EN EL TIEMPO ©DianaGabaldon 1992
 
 
 
Buscando algo que hacer para no estorbar a los sirvientes, decidí pedirle a un lacayo que me escoltara hasta la casa de los Rohan. Tal vez Louise necesitara consuelo, pensé, después de la pelea de la noche anterior. La curiosidad no tenía nada que ver con ello, me dije.
 
Cuando regresé, hacia el anochecer, encontré a Jamie sentado, con el cuello abierto y la cabellera despeinada. Estaba revisando un montón de papeles escritos. Levantó la mirada al oír la puerta y su expresión absorta se convirtió en una amplia sonrisa.
 
—¡Sassenach! ¡Ya estás aquí! —Bajó sus largas piernas y fue a abrazarme. Hundió su cara en mi pelo y estornudó. Volvió a estornudar y me soltó para buscar el pañuelo que llevaba en la manga, al estilo militar.

—¿Qué es ese olor, Sassenach? —inquirió apretando el pañuelo contra la nariz, justo a tiempo para reprimir otro estornudo.

Metí la mano en el escote de mi vestido y saqué un paquetito de entre los senos.
 
—Jazmín, rosas, jacinto y lirio del valle... Creo que también tiene ambrosía —dije mientras
Jamie resoplaba y jadeaba contra el amplio pañuelo—. ¿Estás bien? —Miré a mi alrededor para buscar algún sitio donde poner el paquetito; lo dejé en una caja de papel que había sobre mi escritorio, en el otro extremo de la habitación. 
 
—Sí. Es el... a... a... ¡achís!

—¡Dios mío! —Abrí rápidamente la ventana y me acerqué a Jamie. Obediente, sacó la cabeza y los hombros a la llovizna húmeda de la mañana y aspiró aire puro, libre de jacinto.

—Ah, eso está mejor —dijo aliviado cuando volvió a meter la cabeza. Abrió los ojos de par en par—. ¿Y ahora qué haces?

—Me lavo —le expliqué luchando con las cintas de la espalda de mi vestido—. O me preparo para hacerlo, por lo menos. Estoy cubierta de aceite de jacinto —continué—. Si no me lo quito, vas a explotar.

Jamie apretó el pañuelo contra la nariz y asintió.
 
—Tienes razón, Sassenach. ¿Quieres que el lacayo te traiga agua caliente?

—No, no te molestes. Con un rápido enjuague lo quitaré todo —le aseguré, desabrochando los botones lo más rápido posible. Alcé los brazos para recogerme el pelo. De repente Jamie se inclinó y me asió de la muñeca, sosteniendo mi brazo en el aire.

—¿Qué haces? —pregunté sobresaltada.

—¿Qué te has hecho, Sassenach? —preguntó. Estaba mirando mi axila.

—Me he afeitado —dije con orgullo—. O mejor dicho, me he depilado con cera. Esta mañana Louise tenía a su servante aux petits soins, su doncella personal, y me ha atendido a mí también.

—¿Con cera? —Jamie miró sorprendido el candelero que había junto al aguamanil, y después a mí—. ¿Te has puesto cera en las axilas?

—No ese tipo de cera —le aseguré—. Cera de abejas aromatizada. La criada la ha calentado, y después la ha extendido. Una vez fría, la arrancas —cerré los ojos al recordar— y listo.

—¿Quién es el listo? ¿Y para qué diablos haces eso? —me reprendió con severidad. Miró de cerca mi axila, sosteniendo todavía mi muñeca—. ¿Y no te ha dol... dolido... ¡achís! —Dejó caer mi brazo y se echó atrás rápidamente—. ¿No te ha dolido? —repitió, otra vez con el pañuelo en la nariz.

—Bueno, un poquito —admití—. Pero ha valido la pena, ¿no crees? —pregunté levantando
ambos brazos como una bailarina y girando—. Es la primera vez que me siento completamente limpia en meses. 
 
—¿Que ha valido la pena? —dijo, algo aturdido—. ¿Qué tiene que ver la limpieza con que te hayas arrancado todos los pelos de debajo de los brazos?

Un poco tarde me di cuenta de que ninguna de las mujeres escocesas que yo conocía se depilaba. Más aún, era casi seguro que Jamie nunca había estado lo suficiente en contacto con alguna parisina de clase alta para saber que muchas lo hacían.

—Bueno —dije. De repente me di cuenta de lo difícil que es para un antropólogo tratar de
interpretar las costumbres más singulares de una tribu primitiva—. Así huelo menos —sugerí.

—¿Y qué tiene de malo tu olor? —preguntó irritado—. Por lo menos olías a mujer, no a flor.
¿Qué crees que soy, un hombre o un abejorro? ¿Puedes lavarte, Sassenach, para que pueda acercarme a menos de tres metros?

Cogí un paño y empecé a limpiarme el torso. Madame Laserre, la criada de Louise, me había pasado aceite aromatizado por todo el cuerpo; deseé que saliera con facilidad. Me resultaba desconcertante ver a Jamie caminando de un lado a otro, olisqueando el aire y mirándome como un lobo que camina alrededor de su presa. 
 
Me puse de espaldas para sumergir el paño en la palangana, y dije, como sin darle importancia:

—También me he depilado las piernas.

Eché un vistazo por encima de mi hombro. El impacto se convirtió en estupefacción total.

—Tus piernas no huelen mal —dijo—. A menos que hayas estado caminando hundida hasta las rodillas en un establo.

Me di la vuelta y me levanté la falda hasta las rodillas, exhibiendo las delicadas curvas de la
pantorrilla y la espinilla.

—Pero tienen mucho mejor aspecto —señalé—. Todas suaves, no como las de un gorila peludo.

Miró sus propias rodillas velludas, ofendido.

—¿Eso es lo que soy? ¿Un gorila?

—Tú no, ¡yo! —dije irritada.

—¡Mis piernas tienen mucho más vello del que tenían las tuyas!

—Bueno, así debe ser; ¡tú eres un hombre!

Cogió aire como para responder, y después lo dejó escapar otra vez, negando con la cabeza y murmurando algo para sí en gaélico. Volvió a sentarse en la silla y me observó con los ojos entornados, murmurando para sí de vez en cuando. Decidí no pedirle que me tradujera.
Después de haberme lavado en medio de lo que podría llamarse una atmósfera cargada de
tensión, decidí intentar la reconciliación.

—Podría haber sido peor, ¿sabes? —dije, pasándome el paño por las piernas—. Louise se quitó todo el pelo del cuerpo.

Semejante afirmación hizo que volviera a hablar inglés, por lo menos temporalmente.

—¿Qué? ¿Se quitó los pelos de ahí abajo (1)? —dijo, horrorizado, con desacostumbrada vulgaridad.

—Ajá —respondí, agradecida de que aquella visión lo hubiera distraído de mi propia y dolorosa falta de vello—. Todos los pelos. Y madame Laserre le quitó los que la cera no depiló.

—¡Virgen Santísima! —Cerró los ojos con fuerza, ya fuera para evitar la imagen o para
contemplar mejor mi descripción.

Evidentemente fue esto último, pues volvió a abrir los ojos y me preguntó:

—¿Entonces ahora anda pelada como un recién nacido?
—Ella dice que a los hombres les gusta —respondí con delicadeza.

Las cejas casi le llegaron a la línea del pelo, algo difícil para alguien con una frente tan ancha.

—Me gustaría que dejaras de murmurar —dije, poniendo el paño a secar sobre el respaldo de una silla—. No entiendo una palabra de lo que dices.

—Mejor así, Sassenach —respondió—. Mejor así.
 
(1) Aquí en esta frase es dónde Diana, por medio de Jamie, utiliza la expresión "tarro de miel", en español ha sido traducida simplemente como "ahí abajo".
 
 

1 comentario:

  1. que me gusta como plasma la inocencia de Jamie ante acciones tan triviales como depilarse, me enternece sus reacciones y lo natural que lo describe. A veces un asesino sin piedad que rebana las cabezas de sus enemigos y un inocente amante sorprendido por su honeypot depilado sin olor de mujer …nuevamente sorprendida por la magia de la pluma de DG

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