11 de noviembre de 2017

Outlander S3E8 Primera Esposa: "Todas esas Brujas" [SPOILERS]


Fuente/Source: PopWrapped
Traducción: Rosana Ardanaz Arranz


¡Magnífico! Han hecho un gran trabajo
Y  participarán del triunfo
Ahora, canten todas alrededor del caldero;
Como si los trasgos y las hadas formaran un anillo
Y hechicen cuanto han echado a la cazuela

Hecate a las tres brujas, Macbeth 4º Acto, Escena 1



Solo para divertirme, vi la película “El Club de las Primeras esposas” (1996) justo antes de ver el Episodio 308, “Primera Esposa”, de Outlander. Y en ella, una escena en particular conectaba con las mujeres de Outlander más de lo que esperaba. Tras una lucha profética con sus dos amigas, el personaje de Diane Keaton teme que “nos hemos convertido exactamente en lo que el mundo piensa que somos: ¡las tres brujas!” Entonces el personaje de Bette Midler le contesta: “las brujas tienen poderes, para bien y para mal”. Me di cuenta de que cuando varias mujeres de carácter fuerte se juntan como antagonistas en un episodio –o en cualquier programa, no importa el género-, la tendencia es a menudo despojarles de razón, responsabilidad o decoro a favor del histrionismo, la sobreactuación y el comportamiento absurdo. En resumen, es más fácil reducir a las mujeres a ser brujas que se despedazan unas a otras que examinar las dimensiones de las complicadas relaciones entre ellas que les llevaron a este punto. Aunque es más sórdido y divertido concentrarse en los celos y la rivalidad de las gallinas por el gallo, es fácil olvidar que el poder que tenían las mujeres en el siglo XVIII en cuanto a su cuerpo, propiedades y modo de subsistencia era inexistente, y que eso es precisamente la causa de su vehemencia.

Por fortuna, Outlander, para mérito suyo, nunca toma el camino fácil, sino que se esfuerza para que su audiencia observe con más atención como son representados sus personajes y como responden a tales percepciones. La vuelta de Claire al siglo XVIII no implica solo volver a Jamie, sino a la sociedad en general, y luego a su comunidad, y por último a la familia y amigos de los Fraser, todos ellos círculos concéntricos con Jamie en el centro. Tiene que vivir dentro de las costumbres sociales que determinaban como se vestían, actuaban, trabajaban y pensaban las mujeres en público. Como es una mujer independiente, inteligente y cultivada, tiene que ser especialmente cuidadosa en la forma de mostrar y utilizar dichas cualidades para no atraer una atención negativa o juicios erróneos sobre ella misma. Un paso en falso y su reputación puede quedar arruinada o algo peor: la delicada membrana que permite a Claire existir entre gente del pasado puede  quedar irremisiblemente rota.

Al negarse Claire a permanecer escondida en el dormitorio en el burdel de Madame Jeanne, prefiriendo en su lugar volver al mundo de la medicina y estar en contacto otra vez con la gente, su adaptación es más difícil, más peligrosa y requiere más precaución en como es vista y oída. Como Jamie, tiene que conseguir controlar la forma en que la gente la percibe, pero mientras Jamie puede ser sincero dentro de sus círculos más privados y mantener el tipo en público, Claire en este momento está en la posición opuesta. Puede disfrutar de cierta libertad entre la gente de Edimburgo que no la conoce, pero que necesita de sus habilidades, y sin embargo ha de mantener todas esas precauciones con la familia de Jamie. 



Por esta razón, somos testigos de uno de los muchos brillantes paralelismos que Diana Gabaldon ha creado entre las vidas de Jamie y Claire, separadas pero conectadas, que inteligentemente la guionista Joy Blake y la directora Jennifer Getzinger mantuvieron en este episodio: Claire tiene que  reconstruir su propia leyenda y enfrentarse a ella. Igual que las leyendas del Gorropardo nacieron mientras Jamie existía apenas en los límites de la sociedad, de igual manera los veinte años de ausencia de Claire –así como su singular presencia como sanadora en el hogar y en el campo de batalla- han hecho posible que su leyenda se hiciera cada vez más dramática y llena de superstición. Por ejemplo, cuando se encuentra por primera vez con el Joven Ian en el burdel en “A. Malcolm”, él dice:
 
“Algunas de las viejas en Lallybroch solían decir que eras una mujer sabia, una dama blanca. O quizá incluso un hada…que tal vez habías vuelto al lugar del que viniste, con las hadas. ¿Es verdad? ¿Vivías en una cueva?”
Al principio, a Claire esto le divierte. Ha sido testigo de los beneficios de que la llamen dama blanca, pero también de sus riesgos, en Escocia y en Francia. Aunque un rey pueda sentir hacia ella respeto y temor, una muchedumbre puede utilizarlo como argumento para quemarla en la hoguera. Incluso aunque obviáramos su fama como sanadora, simplemente el ser una mujer inteligente y culta la obliga todos los días a caminar de puntillas por una cuerda floja en precario equilibrio.

Al final de la discusión que tiene con Jamie en “Crema de menta”, Claire dice: “Se me había olvidado lo jodidamente rígido que es este siglo. Una mujer es o una madre o una puta”. Esta cita no sólo la persigue de vuelta a Lallybroch en “Primera esposa”, donde averigua lo que Jamie ha hecho en los años previos, sino que apunta a las dificultades que tuvo para adaptarse al Castillo de Leoch en la T1 y las sospechas y malinterpretaciones que inspiraba como la enigmática señora Beauchamp. Irónicamente, tuve que buscar en dos episodios de la primera temporada escenas de Claire con el Señor MacTavish –quien luego se revela como Jamie Fraser- para recordar unos reveladores contactos con la joven Laoghaire MacKenzie que también se convirtieron en proféticos de las explosivas revelaciones del episodio 308.


Las dos personas a las que Claire se sentía más cercana en Leoch eran Jamie y Geillis Duncan, y ambas compartían su pasión por el conocimiento y existían tanto dentro como fuera de la sociedad normal, aunque fuera por diferentes razones. Conectó con ellos como alguien que es también un forastero, alguien que sigue siendo un extraño incluso dentro de una multitud. En el episodio 103, “La salida”, Geillis habla con Claire sobre la superstición, en contra de la lógica, que rodea a un chico que está enfermo (y posiblemente poseído), y advierte a Claire de que “es peligroso para ti poner en duda las creencias de la gente”. Geillis está orgullosa de controlar el equilibrio entre ser vista como excéntrica y ser temida, y cree que su conocimiento de las hierbas y de lo oculto le proporciona poder y beneficios para su causa, que es la razón por la que viajó al pasado. Cuando Claire le pide a Jamie que la lleve a la Iglesia Negra para investigar las aventuras del chico en las ruinas, supuestamente malditas, Jamie muestra también una mezcla de razón y superstición; fue educado por un tutor que le “enseñó latín, griego y cosas así, no historias infantiles de hadas, demonios y caballos marinos en los lagos”, revelándole así a Claire su escepticismo sobre la validez de los cuentos populares y las brujas de medio pelo, aunque admite rápidamente: “pero también soy un escocés de las Tierras Altas, aquí nacido y criado, y no se me ocurre provocar al destino menospreciándolos”. 



En el episodio 110, “Un caso de brujería” (otra referencia al Macbeth de Shakespeare), Jamie demuestra nuevamente no solo escepticismo, sino también sabiduría para comprender por qué otros sí creen, mientras consuela a Claire por el bebé muerto en el bosque, abandonado allí por sus padres.
 
“No importa lo que yo crea. Esta gente no ha estado jamás más lejos que la distancia que se recorre en un día a pie del lugar donde nacieron. No saben del mundo nada más que lo que el Padre Bain les cuenta en la iglesia cada domingo”.
Sin duda, esta misma actitud está presente muchos años después cuando Jamie lleva a Claire a enfrentarse a Jenny en su hogar, cuyo umbral tendrán que pasar de muchas maneras, no solo literalmente. Al sentir la frialdad y las abiertas sospechas de su cuñada, Claire se pregunta si deberían decirle a ella y a Ian la verdad, tal y como hicieron con Murtagh, quien les creyó. Jamie argumenta que Murtagh “era un hombre que había salido al mundo. Jenny no ha abandonado nunca su casa”. 


Con esto no está implicando que su hermana sea simple o ingenua, sino más bien que está ligada a una imagen fija del mundo, construida en parte por su fe y sus supersticiones, pero también por su propia personalidad y las penalidades por las que ha pasado. Siendo una mujer ”alfa” como Claire, Jenny tuvo que mantener la granja mientras su hermano y su marido estaban a menudo presos, manejar una gran casa y una familia creciente y a menudo otras viudas y sus hijos y velar por la población local. No habría sobrevivido sin una estructura, y su método es ser rígida y controlada. Claire era una fuerza que escapaba su control, por eso la mirada de reojo dubitativa que le dedica en “Primera esposa” es magnífica. Sin haber cambiado casi de aspecto en veinte años, apareciendo en su puerta con su hermano y dándole una débil excusa por su larga ausencia y repentina aparición, Claire destruye la cuidadosa estructura de Lallybroch, y hace que Jenny –una mujer que no tiene experiencia en el mundo exterior pero que sabe cómo funciona- vuelva a considerar a Claire como La Otra.

La reunión de Jenny y Claire deja claro que las dos saben que no se ha dicho toda la verdad. Claire no es totalmente consciente del tormento y la lucha de Jamie durante los años en que estuvieron separados, mientras que Jenny no cree totalmente la historia que cuenta Claire de que creía que Jamie había muerto en Cullloden y que había escapado a las Colonias. Lo que estas dos mujeres tan prácticas no saben, han de aceptarlo a base de confianza y fe (algo muy difícil), y mientras Claire tiene a Jamie para que la apoye en la historia que le cuenta a su familia, la súbita aparición de Laoghaire como su segunda esposa –además de darse cuenta de que todo el mundo lo sabía menos ella-, destruye todo el andamiaje que había ensamblado mientras reconstruía su vida en el siglo XVIII. 

Si Laoghaire MacKenzie hubiera sido criada de otra manera en su infancia, podría haber sido una magnífica contadora de historias o un bardo femenino, viendo como es capaz de emitir las mayores vulgaridades con el ritmo de un marinero y el temperamento de una diva del teatro. Como Murtagh le dijo a Claire en el episodio 103,
 
“Esa no es la esposa que Jamie debería tener. Necesita una mujer, no una chiquilla. Y Laoghaire será una chiquilla hasta que tenga cincuenta años. Tengo ya suficientes edad como para conocer muy bien la diferencia. Y tú también”.

No solo fue el padrino profético, sino que también estaba preocupado por cuál debería ser la actitud de Claire hacia la muchacha. Laoghaire no tiene una mente muy aguda, pero hay una cosa que sabe perfectamente: nunca se  podrá comparar con Claire. Y no solo eso, sino que una vez que por fin consigue a Jamie después de enviudad dos veces, tener dos hijas y años de decepciones, el pedestal en el que había puesto a Jamie también se derrumba. Aunque Jamie no conoce los detalles de lo que ocurrió en uno de sus previos matrimonios, o en los dos, sí sabe que “le hicieron daño”, y podía ver “el miedo en sus ojos” cuando la tocaba. La cama matrimonial estaba maldita desde el principio por su amor verdadero por Claire y por el desapego de Laoghaire al el contacto físico, y solo pueden liberarse por medio de la separación y la apatía del uno hacia el otro. 



 En un artículo anterior, yo admitía que “como con Geneva, he tenido que acostumbrarme y aceptar a Laoghaire MacKenzie y su tremenda inmadurez, y sin embargo no puedo negar que siento lástima por el personaje que, a pesar de ser coqueto y oportunista, carece de la inteligencia emocional suficiente como para darse cuenta de lo pegadas a las sienes que lleva las lentes de color rosa. En cierta manera, me recuerda a cuando Scarlett O’Hara se da cuenta, justo al final de “Lo que el viento se llevó”, que la imagen que tan apasionada y tercamente había creado de Ashley Wilkes era un modelo que él nunca podría llegar a ser. Laoghaire sentía un enamoramiento adolescente por un hombre que la ayudó por pura amabilidad. Pero malinterpretó su indiferencia hacia ella y cultivó una obsesión miope con su príncipe azul que la impidió apreciar su falta de química, entendimiento y conexión, hasta que al fin consigue casarse con él y la verdad la golpea en la cara”. Aunque no podemos mirar dentro de la cabeza de Laoghaire, no puedo evitar este paralelismo entre Scarlett y ella en un momento dado de su matrimonio con Jamie:
 
“Él nunca existió en realidad, excepto en mi imaginación”, pensó ella con tristeza. “Amaba algo que era fruto de mi imaginación, algo que está tan muerto como Melania. Hice un traje muy bonito del que me enamoré. Y cuando vino cabalgando, tan guapo, tan diferente, le puse ese traje y le obligué a llevarlo, le estuviera bien o no. Y no quise ver como era él en realidad. Seguí amando ese traje tan bonito, pero no a él” (Lo que el viento se llevó, Capítulo 61).

El hecho de que su tercer matrimonio –y toda futura ayuda económica- pudiera irse al traste con la reaparición de Claire hace que el veneno de Laoghaire sea todavía más potente. Claire siempre será “la abominable”, y como no la entiende, crea mentalmente una criatura grotesca (o bruja sassenach, o puta, o ramera adúltera, o zorra inglesa asquerosa) que utiliza una especie de magia sexual para seducir a Jamie. No solo esta supuesta brujería de Claire le priva a Jamie de toda libertad para irse con Claire por propia voluntad, sino que también justifica la represalia de Laoghaire. Va a Lallybroch “a proteger lo que es mío”, es decir, no tanto el contacto amable de su marido si no su medio de vida. Ha tenido toda la noche para sopesar la situación y probablemente le dio miedo estar sola en el mundo con dos niñas pequeñas y sin manera de ganarse la vida. Como casi todas las personas que rodean a Jamie en su vida, Laoghaire puede también apoyarse en él, y solo pensar que La Criatura ha amenazado ese andamiaje provoca que la pasión atropelle a la razón al intentar disparar a Claire pero herir accidentalmente a Jamie en su brazo y hombro izquierdos.

Irónicamente, es la presencia de los niños la que pone serenidad a los dramas de los adultos. Son recordatorios tangibles de que los mundos de Jamie, Claire, Jenny, Ian y Laoghaire no quedaron destruidos por la guerra, la separación, la pérdida y el sufrimiento. En lo que es la conversación más sincera y tierna en todo  el episodio, Jamie habla con su hijastra pequeña, Joan, sobre relaciones y amor, sin tópicos. El mayor temor de Joan es que Jamie “Se vaya para siempre”, ya que los niños conciben el tiempo como algo mágicamente elástico y relativo a las emociones. Sin embargo, Jamie le asegura a la niña que siempre cuidará de ella, aunque no vivan juntos. Es una escena agridulce entre un hombre al que siempre se le ha negado la paternidad y la niña que le hizo sentirse otra vez necesario.

Después de esta conversación con Joan, tranquila y sincera, la explosión entre Claire y Jamie es a veces catártica y a veces repulsiva, porque cada uno de ellos intenta destruir el último vestigio de ilusión del otro. La frustración y la tristeza, tanto tiempo suprimidas, por sus años separados, junto con sus suposiciones sobre cómo había sido la vida que el otro había llevado, explota y se hace cada vez más lasciva a medida en que se intensifica su dolor y su furia. Somos testigos de unos juegos artificiales espectaculares de tortazos, gritos y revolcones por el suelo. Mientras que las peleas entre Jamie y Laoghaire les separan cada vez más, su batalla con Claire les acerca físicamente. ¿Por qué se le ocurriría a Jenny literalmente entrar y apagar el fuego? Todavía estoy enfadada con ella por interrumpir ese delicioso jodiodio (sexo cuando las dos personas están enfadadas), porque su razonamiento de que están comportándose como animales y despertando a toda la casa suena débil. Obviamente, nadie les ha tirado NUNCA agua a ella y a Ian, y estoy segura de que toda la casa ha tenido alguna vez que aguantar los ruidos de sus eficaces cópulas en los últimos veinticinco años. ¡Por Dios! ¡Si Ian tiene el pelo blanco!

En la escena en la que -después de haber sido herido- Jaime,  dolorido, enfebrecido y avergonzado se confiesa, vemos que continúa la metáfora de sus vidas: Jaime sufre una existencia desarraigada y maldita desde Culloden y Claire vive una vida a medias en Boston. Pero es que, para Jamie, esta situación continúa cuando vuelve a Lallybroch después de su vida en Helwater a un hogar y una familia de la que ya no es dueño. Como si estuviera preso entre los recuerdos de sus padres y hermano fallecidos y la presencia de sus familiares y vecinos vivos, Jamie existía en las sombras de su hogar, despojado de su propiedad y de su sentimiento de lugar y pertenencia en el mundo. Es una débil justificación para reconectar con Laoghaire, que intentó que quemaran viva a Claire por brujería, pero su relación con Joan y Marsali es más comprensible aunque no fuera suficiente para salvar su matrimonio. 

Aunque la relación entre Claire y Jenny no está totalmente restablecida, alcanzan un frágil consenso sobre la base de que hay cosas todavía que no comprenden la una de la otra. Jenny admite que “yo no sabía quién o qué eras. No sabíamos nada sobre de dónde venías o quién era tu familia”. Confiaba en ella porque la había elegido Jamie, y sigue existiendo esa sensación de que él seguirá siendo el mediador entre las dos durante mucho tiempo. Puede que tengan que recurrir a la fe en lugar de la lógica para aceparse mutuamente otra vez. De la misma manera, Claire admite a Jamie sus dudas sobre un futuro juntos después de construir una vida y una carrera y de criar a Brianna en Boston. Una cosa es que Claire se convenza a sí misma en 1968 de que se arriesgará a buscar a Jamie sea cual sea la situación en la que éste vive en Edimburgo en 1766, pero otra muy distinta hacerlo en pos de un hombre que ha sobrevivido veinte años sin ella, que ha admitido y se ha disculpado por sus mentiras, cobardía y mal comportamiento, pero que al menos ha intentado construir nuevas conexiones para poder seguir vivo. A diferencia de Jamie, Claire puede elegir en qué mundo vivir, y hacerlo en el de Jamie significa tener que asumir su propia leyenda (o su propia infamia en algunos casos) y su mezcla de hechos y supersticiones. Cuando Jamie le pregunta: “¿Te arriesgarás a amar al hombre que ahora soy por el amor que sentiste por el hombre que fui?”, es una cuestión de fe, no solo en él, sino en última instancia en la propia resiliencia y fuerza de Claire.

P.D: El título de este artículo viene de un libro que aparece en la película de 1968 “El bebé de Rosemary”, que casualmente estaba viendo mientras escribía algunos párrafos de este artículo. Estoy bastante segura de que Claire y Brianna la habrían visto juntas.
 

 



 

5 comentarios:

  1. Mis respetos a esta dama la verdad. Excelente

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  2. A diferencia de Jamie, Claire puede elegir en qué mundo vivir, y hacerlo en el de Jamie significa tener que asumir su propia leyenda (o su propia infamia en algunos casos) y su mezcla de hechos y supersticiones. Cuando Jamie le pregunta: “¿Te arriesgarás a amar al hombre que ahora soy por el amor que sentiste por el hombre que fui?”, es una cuestión de fe, no solo en él, sino en última instancia en la propia resiliencia y fuerza de Claire. Me.encanta!!!!

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  3. Cada frase es un tesoro. Excelente resena.

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  4. Demasiados puntos de vista y juicios personales.

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