11 de noviembre de 2017

#DailyLine (ADELANTO) Libro 9: A caballo bajo la luz de luna.

Fuente/Source: Diana Gabaldon

Me desperté de repente de un sueño profundo, completamente sobresaltada, por la explosiva salida de Jamie de la cama. Esto no era algo fuera de lo común, pero como siempre, me quedaba sentada erguida entre las colchas, con la boca seca y completamente aturdida, y el corazón martilleando como un taladro.

Él ya había bajado las escaleras, oí el ruido de sus pies descalzos en los últimos escalones, -y por encima de ese sonido, el frenético golpeteo de alguien a la puerta principal.  Una oleada de inquietud se diseminó por la casa: ruido de ropa de cama, voces somnolientas, puertas que se abrían.

Sacudí violentamente la cabeza y me quité las sábanas de encima. ¿Él o yo? fue la primera idea que se formó de manera coherente en la niebla que ocupaba mi cerebro. Las alarmas nocturnas de este tipo podían ser por cuestiones de violencia o desventura, y a veces de una naturaleza tal que se requería de todas las manos disponibles posibles, como el incendio de una casa, o alguien encontrándose con una pantera cazando en un manantial. A menudo, sin embargo...

Escuché la voz de Jamie, y el pánico se fue. El tono era bajo, cuestionador, con una cadencia tal que significaba que estaba tratando de calmar a una persona. Alguien más hablaba, en aguda agitación, pero no era el sonido que significaba desastre. 

Entonces me buscaba a mí. ¿Parto o accidente? Mi mente estaba repentinamente funcionando con claridad, aún cuando mi cuerpo iba de un lado a otro, tratando de recordar que era lo que había hecho con mis desgastadas medias. Probablemente un parto, en medio de la noche, pensé. Aunque la inquietante idea de un incendio aún acechaba los confines de mi mente. 

Tenía una clara imagen de mi maletín de emergencias, y agradecí haber respuesto varias cosas antes de la cena. El maletín estaba listo, apoyado en la esquina de mi mesa de la consulta. Mi mente no trabajaba claramente para otras cosas, me había puesto el corset al revés. Me lo quité de un tirón, lo arrojé sobre la cama, y corrí a lavarme la cara con agua, pensando muchas cosas que no podía decir en voz alta, ya que podía oír pies de niños golpeteando el rellano. 

Finalmente llegué escaleras abajo, y encontré a Fanny y a Germain con Jamie, quien hablaba con una muchacha muy joven, de la edad de Fanny aproximadamente, descalza, aungustiada, y vistiendo nada más que un vestido raído. No la reconocí.

"Ah, aquí está la señora", dijo Jamie mirando por encima de su hombro. Tenía la mano apoyada en el hombro de la muchacha, como si pretendiera evitar que saliera volando. Y esto parecía factible: flaca como una escoba, cabello castaño muy fino enredado por el viento, o ansiosos ojos que miraban en todas direcciones en busca de ayuda.

"Ella es Annie Cloudtree, Claire", dijo señalando con la cabeza a la niña. "Fanny, ¿buscarías un chal para prestarle a la muchacha para que no se muera de frío?"

"Yo n..n...no necesito..." comenzó a decir la niña, aunque tenía los brazos alrededor de si misma y estaba temblando tanto que sus palabras se quebraban.

"Su madre está encinta", la interrumpió Jamie, mirándome. "Y es probable que tenga un poco de problemas con el parto."

"Nosotros n...n...no podemos p...p...pagar..."

"No te preocupes por eso", le dije, y asintiendo con la cabeza hacia Jamie, la tomé en mis brazos. Era pequeña, huesuda, y estaba helada, como un pequeño polluelo medio emplumado que había caído de su nido en un árbol.

"Todo saldrá bien", le dije suavemente, y le alisé el cabello. "Iremos a casa de tu madre de inmediato. ¿Dónde vives?"

La muchacha tragó saliva y no levantó la mirada, pero tenía tanto frío que se aferró a mi para entibiarse.  

"No lo sé. Quiero decir...no sé como explicar...Si viene conmigo, ¿puedo mostrarle el camino?" La muchacha no era escocesa.

Miré a Jamie en busca de información. No había escuchado hasta ahora el nombre Cloudtrees, debían haber llegado recientemente. Jamie negó con la cabeza, una ceja levantada. Él tampoco los conocía.

"¿Has venido a pie, muchacha?" preguntó, y cuando la niña asintió, volvió a preguntarle "¿El sol todavía brillaba cuando partiste de tu casa?" 

La muchacha negó con la cabeza. "No, señor. Ya estaba bien oscuro, todos nos habíamos retirado a dormir. Y luego comenzaron repentinamente los dolores de mi madre, y..." tragó saliva, y se le llenaron los ojos de lágrimas.

"¿Y la luna?" preguntó Jamie, como si nada estuviera fuera de lugar. "¿Ya había salido cuando partiste para aquí?"

El tono práctico de Jamie logró aliviar un poco a la niña, y repiró audiblemente, tragó saliva y asintió con la cabeza. 

"Bien arriba, señor. A dos palmos de mano por encima del borde de la Tierra."

"Que frase tan poética," le dije sonriéndole. Fanny había regresado trayendo con ella mi viejo chal que usaba cuando trabajaba en el jardín; estaba raído y tenía agujeros, pero había sido hecho con lana nueva y gruesa. Lo tomé de Fanny con un gesto de agradecimiento y lo envolví alrededor de los hombros de la niña.

Jamie había salido al porche, presumiblemente para ver dónde estaba la luna. Volvió a entrar y me hizo un gesto de asentimiento.

"La pequeña y valiente niña ha estado fuera, sola y en la noche, durante al menos tres horas, Sassenach. Señorita Annie, ¿hay una huella decente que nos guíe hasta la casa de su padre?" Sus suaves cejas se fruncieron en preocupación -ella no estaba segura del significado de 'decente' en este contexto- aunque asintió vacilante.

"Hay una huella," dijo mirando a Jamie y luego a mi, con la esperanza de que eso bastara.

"Iremos a caballo, entonces," me dijo, por encima de la cabeza de la niña. "La luna tiene suficiente brillo." Y creo que es mejor que nos apuremos, leí en su expresión, y tenía toda la razón.

1 comentario:

  1. Otro trocito de oro de este nuevo fantástico , fabuloso libro, que sera. Como todos.

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