LA CAJA MÉDICA
"El regalo de la hermosa caja médica es una de las cosas más conmovedoras que Jamie ha hecho por Claire".
–Caitriona Balfe (Claire Randall Fraser)
La caja médica es el regalo de Jamie para Claire, es comprada usando parte del dinero de la venta de una de las joyas. Siempre reflexivo y considerado, es la manera de Jamie de reconocer uno de los muchos talentos de su esposa: un regalo que seguirá brindando un servicio en el tiempo, permitiéndole ayudar a los necesitados. Y tal vez sea un primer paso para ayudarla a continuar cumpliendo su pasión y convocando "la vida en este nuevo entorno".
“La caja médica fue investigada extensivamente por los creadores de escenografía. Encontramos referencias a un tipo de cofre portátil del siglo XVIII: el cofre de un cirujano. Tuvimos tres versiones hechas a medida para el show por una empresa especializada en antigüedades, Wetton y Grosch. Es el período cien por ciento exacto. La primera versión es el 'maestro', todas las campanas y silbidos, pero es prohibitivamente pesado para trabajar como accesorio móvil, ya sea para Caitriona o incluso para que lo lleve un caballo, así que también construimos dos versiones más ligeras. Dentro del cofre de madera hay muchos pequeños cajones y compartimientos para todas las tinturas, herramientas e instrumentos necesarios, desde el microscopio hasta los instrumentos de corte, un pequeño mortero y un cuaderno de notas médicas de su anterior propietario, que el Departamento de Arte de Outlander creó.
Tambores de Otoño, capítulo 8: Hombre de fortuna
©DIANAGABALDON1996
En la cabina había murmullos ininteligibles y también risas. Jamie salió con una caja de madera en los brazos y giró hacia la popa, pisando con cuidado entre las pilas de cosas como si se tratara de un semental Clydesdale que se encontrara en un campo de ranas.
La dejó suavemente sobre mi regazo, se quitó los zapatos y las medias, y se sentó junto a mí,
metiendo los pies en el agua con un suspiro de placer ante la sensación de frescura.
—¿Qué es eso? — pregunté, acariciando la caja.
— Sólo un pequeño regalo. — No me miraba, pero tenía las orejas coloradas —. Ábrela, ¿quieres?
Era una caja pesada, ancha y profunda. Estaba hecha con densa madera oscura de finas vetas, y
tenía algunos golpes y arañazos que mostraban su prolongado uso, lo que no la hacía menos bella.
Aunque tenía un pasador para un candado, no tenía llave, y la tapa se abrió con facilidad gracias a las
bisagras de latón lubricadas, dejando escapar una ráfaga de olor a alcanfor, vaporosa como un genio.
Los instrumentos, brillantes pese a la falta de uso, resplandecían bajo el sol nublado. Cada uno
tenía su propio bolsillo de terciopelo verde, adecuadamente ajustado. Una pequeña sierra de diente
ancho, tijeras, tres escalpelos: uno con la hoja redonda, otro recto y el tercero con forma de cuchara;
una espátula plateada; un tenáculo...
—¡Jamie! — Encantada, levanté una varilla de ébano con una bola de estambre envuelta en
terciopelo apolillado. Ya había visto uno antes, en Versalles, la versión del siglo XVIII de un martillo
para reflejos —. ¡Jamie! ¡Qué maravilla!
—¿Te gusta? — Se movió, encantado.
—¡Me encanta! Mira, hay más en la tapa, debajo de esta solapa... — Contemplé durante un momento
los tubos, tornillos y espejos sueltos, hasta que mi mente unió las piezas —. ¡Un microscopio! — Lo
toqué con reverencia —. Madre mía. Un microscopio.
— Hay más — señaló, ansioso por mostrármelo —. La parte delantera se abre y hay unas pequeñas
gavetas.
Allí estaban, y contenían, entre otras cosas, una balanza en miniatura con pesas de bronce, un
azulejo para hacer píldoras y un mortero de mármol envuelto en un paño para evitar que se rompiera
durante el trayecto. En la parte frontal, sobre los cajones, había varias hileras de botellitas de piedra y
vidrio con tapones de corcho.
—¡Son una preciosidad! — dije, cogiendo el pequeño escalpelo con reverencia. La madera lustrosa
del mango se ajustaba a mi mano como si la hubieran tallado a medida, y la hoja estaba perfectamente
equilibrada—. ¡Jamie, muchas gracias!
— Entonces ¿te gusta? — Sus orejas estaban rojas de placer —. Pensé que te gustarían. No sé para
qué sirven, pero me di cuenta de que estaban bien hechas.
Ni yo sabía para qué servían algunas piezas, pero todas eran preciosas; hechas por o para un
hombre que amaba sus herramientas y las funciones que cumplían.
— Me pregunto a quién habrá pertenecido esto. — Eché el aliento sobre la superficie redondeada
de una lente y la limpié con un pliegue de mi falda hasta que brilló.
— La mujer que me lo vendió me dijo que el dueño también había dejado su cuaderno; lo cogí. Tal
vez esté su nombre. — Al levantar la bandeja superior de instrumentos, apareció otra bandeja menos
profunda, de donde sacó un cuaderno cuadrado y de unos veinte centímetros de ancho, forrado en
cuero negro —. Como en Francia tenías uno, pensé que tal vez lo querrías — explicó —. En aquél
hacías dibujos y tomabas notas de lo que veías en el hospital. Tiene algunas páginas usadas, pero hay
muchas en blanco en la parte posterior.
.
.
.
.
— Es un regalo maravilloso. ¿Dónde lo has encontrado?
Entonces, me devolvió la sonrisa. El sol estaba bajo; la brillante bola naranja se atisbaba a través
de las oscuras copas de los árboles.
— Vi la caja cuando fui a visitar al orfebre. La tenía su esposa. Cuando regresé ayer para
comprarte alguna joya, tal vez un broche, la mujer empezó a enseñarme objetos, charlamos, me
habló del médico y... — Se encogió de hombros.
—¿Por qué querías comprarme una joya? — lo miré intrigada. La venta del rubí nos había
proporcionado un poco de dinero, pero la extravagancia no era propia de él, y dadas las
circunstancias...—. Ah. ¿Fue por haberle enviado todo ese dinero a Laoghaire? No me importó, ya te
lo dije.
De bastante mala gana, había enviado a Escocia una parte importante del dinero que obtuvimos por
la venta de la piedra. Era en pago a la promesa que le había hecho a Laoghaire MacKenzie (malditos
sean sus ojos) Fraser, con quien Jamie había contraído matrimonio presionado por su hermana, que
creía que si yo no estaba muerta, no iba a regresar nunca. Mi resurrección había causado toda clase
de complicaciones y Laoghaire era una de las principales.
— Sí, es lo que dijiste — respondió con cinismo.
— Bueno, quise decir más o menos. — Y reí —. No podías dejar que esa horrible mujer se muriera
de hambre, por más tentadora que sea esa posibilidad.
Sonrió un poco.
— No, no querría tenerlo sobre mi conciencia; ya cargo con suficientes cosas. Pero ése no era el
motivo de que quisiera comprarte un regalo.
—¿Cuál era, entonces? — La caja era un peso agradable sobre mis rodillas, y tocar su madera, un
placer. Jamie me miró a los ojos; su pelo parecía liberar llamas por el reflejo de los rayos del sol.
— Hoy hace veinticuatro años que me casé contigo, Sassenach — dijo suavemente —. Espero que
no tengas ningún motivo para lamentarlo.
Fuente/Source: Outlander Community
Gracias por el trozo del libro, justo cuando me estaba preguntando en que parte estaba esa escena del libro
ResponderEliminarME GUSTA LA SERIE. YO HE LEIDO TODOS LOS LIBROS DE OUTLANDER Y ME ENCANTA COMO SINTETIZAN LOS LIBROS CON Cambios INNOVADORES. LOS PERSONAJES SON MUY BUENOS Y LOS TRES EPISODIOS QUE HE VISTO ME PARECEN MUY BIEN LLEVADOS. ESTOY FELIZ Y ESPERO LOS SIGUIENTES EPISODIOS CON IMPACIENCIA
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