Fuente/Source: Diana Gabaldon
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Llevó un mes, en lugar de dos semanas, pero para cuando las uvas silvestres comenzaron a madurar, Jamie, Roger y Bree, con una precaria ceremonia y un montón de risas nerviosas de los espectadores debajo, clavaron un gran pliego de lienzo blanco manchado (rescatado y cosido de los pedazos de una vela mayor dañada de un balandro de la Royal Navy que se estaba reparando en Wilmington cuando Fergus estaba paseando por el muelle) en el marco de la nueva cocina de la Casa Nueva.
Teníamos un techo. Uno propio.
Me paré debajo de él, mirando hacia arriba, por un largo rato. Solo sonriendo.
La gente entraba y salía en grupo, entrando cosas desde el cobertizo, subiéndolas desde la cabaña de los Higgins, sacándolas de la cabaña del arroyo, desde el refugio del Gran Tronco, bajándolas desde el jardín. Me recordó, de repente y sin aviso, a acampar en una expedición con el tío Lamb: el mismo bullicio de objetos, buen ánimo, alivio y felicidad, expectativa de comida y descanso.
Jamie colocó la alacena suavemente sobre el nuevo piso de pino para que no abollara o estropeara las tablas.
"Esfuerzo desperdiciado", dijo, sonriendo mientras me observaba. "Una semana y estará como si hubiésemos conducido una manada de cerdos a través del piso. ¿Por qué estás sonriendo? ¿Te divierte la perspectiva?"
"No, pero a tí si," dije y él se rió. Se acercó, me abrazó y los dos miramos hacia arriba.
El lienzo brillaba un blanco radiante y el sol de la mañana resplandecía a lo largo de sus bordes. El lienzo se levantó un poco, crujiendo con la brisa, y las manchas múltiples de agua de mar, tierra y lo que probablemente fuera sangre de pescados o de hombres, hicieron sombras que titilaban en el suelo alrededor de nuestros pies, lo trivial de una nueva vida.
"Mira", susurró en mi oído y empujó mi mejilla con su barbilla para dirigir mi mirada.
Fanny estaba de pie del otro lado de la habitación, mirando hacia arriba. Estaba perdida en la luz blanquecina, sin darse cuenta de Adso, el gato, pasándose por sus tobillos con la esperanza de comida. Ella estaba sonriendo.
Copyright 2019 Diana Gabaldon
(Muchas gracias al marido de Jo Anne Mitchell por la hermosa abeja en una echinacea de Carolina del Norte)