Fuente/Source: Diana Gabaldon
"¿Y los presbiterianos tienen mártires?" Preguntó Jamie dubitativo. "Quiero decir, ustedes no tienen santos, ¿verdad?"
"¿A qué se debe este repentino interés en la doctrina presbiteriana? dijo Roger, tomando la precaución que la pregunta sonara con ligereza. "¿Estás pensando en convertirte?"
Oyó un breve y divertido gruñido.
"No. Es solo que últimamente he estado pensando."
"Debes tener cuidado con esas cosas," mencionó Roger, haciendo una pausa para quitar un brezo que se había prendido a sus pantalones. "Quiero decir, todo es bueno con moderación, pero demasiado puede causarte indigestión -física y mental-."
"En eso no te equivocas," dijo Jamie con sequedad. "Dime una manera de hacer que se detenga que no involucre tragos en exceso."
Un ulular suave, como el de un conjunto de gibones a la distancia, flotó a través del creciente crepúsculo.
"Bien, una gran cercanía a los niños ciertamente logra su cometido," dijo Roger, sonriendo ante el sonido. "Cuando Jem aprendió a hablar, Bree solía decirme que ella no era capaz de coordinar dos pensamientos seguidos a menos que llenara la boca del niño con algo. Es un milagro que el muchacho no haya reventado debido al exceso de alimentación."
"Así es," dijo Jamie, su tono aligerándose también. "El parloteo de doncella de tu pequeño haría que hasta un condenado a muerte deje de pensar en su propio ahorcamiento."
Esa imagen en particular sobresaltó a Roger, a pesar de que las palabras de Jamie fueron al pasar.
"¿En esa dirección van tu pensamientos recientes, entonces?" preguntó después de una breve pausa.
Luego de un prolongado momento, Jamie respondió, "Sí, algunos de ellos sí."
Ah. Por eso la pregunta sobre los mártires... Se mantuvo en silencio, y alargó sus pasos un poco, logrando alcanzar a Jamie.