William llevaba su pistola, pero no iba cargada en caso de accidente. Se tomó un momento para cargarla, y la volvió a colocar en la funda antes de girar en la esquina de la casa.
Eran indios, al menos uno. Un hombre medio desnudo agachado bajo la sombra de un gran haya, ocupándose de una pequeña hoguera cubierta con estopa húmeda; William podía oler el intenso aroma de los troncos de nogal recién cortados mezclado con el olor a sangre y carbón. El indio -que parecía joven aunque era alto y muy musculoso- le dio la espalda a Willian descuartizando hábilmente el cuerpo de un cerdo pequeño, cortando trozos irregulares de carne y echándolos sobre un saco que tenía tendido al lado del fuego.
"Hola" dijo William alzando su voz. El hombre miró alrededor, parpadeando por el humo y alejándolo de su rostro con las manos. Levantó lentamente el cuchillo que había estado utilizando y que tenía todavía en su mano, pero William había hablado lo suficientemente tranquilo y el extraño no se sintió amenazado. Tampoco era un extraño. Salió de la sombra del árbol y la luz del sol golpeó su pelo haciendo que William sintiera una asombrosa sacudida de reconocimiento.
"¿Teniente?" dijo incrédulo. Miró a William rápidamente de arriba a abajo, dándose cuenta de la falta de uniforme y sus grandes ojos se quedaron fijos en la cara de William. "Teniente.....Lord Ellesmere?"
"Solía serlo. Sr. Cinnamon, ¿no es así?" No pudo evitar reírse cuando citó el nombre y la boca del otro se tensó irónicamente como reconocimiento. El pelo del joven no estaba mucho más largo, pero solamente si se lo afeitaba por entero hubiera disfrazado su distintivo color marrón rojizo profundo o su exuberante rizado. Una misión inútil, debía su nombre a su cabello.
"John Cinnamon, sí, para servirle...señor" El antiguo explorador le hizo una medio reverencia como presentación, aunque dijo el señor como una pregunta.
"William Ransom, a su servicio, señor" dijo William sonriendo y tendiendo su mano. John Cinnamon era un par de centímetros más bajo, y un par de centímetros más ancho, el explorador había madurado en los últimos dos años y tenía un apretón de mano muy sólido.
"Confío en que perdone mi curiosidad, Sr. Cinnamon, pero, ¿cómo, por el amor de Dios, ha llegado aquí?" preguntó William soltándolo. La última vez que había visto a John Cinnamon fue dos años antes, en Canadá, donde había pasado un largo y frío invierno, cazando en compañía del explorador medio indio, con una edad próxima a la suya.
Se preguntó brevemente si Cinnamon había ido en su búsqueda, pero era absurdo. No pensaba que alguna vez le hubiera mencionado Mount Josiah al hombre, e incluso si lo hubiera hecho, Cinnamon no podía esperar encontrarle allí.
"Ah" Para sorpresa de William, un lento rubor tiñó las anchos pómulos de Cinnamon. "Yo....er....yo... bueno, estoy de camino al sur" El rubor se hizo más intenso.
William arqueó una ceja. Aunque era verdad que Virginia estaba al sur de Quebec y que había una buena cantidad de país aún más al sur, Mount Josiah no estaba en el camino de ningún sitio. Ningún camino llegaba aquí. Él había llegado río arriba en una barcaza, había conseguido una pequeña canoa en Richmond y remó por encima de los Breaks, ese tramo de cascadas y aguas turbulentas donde la tierra se desplomaba de repente. Había visto quizás a tres personas durante su tiempo por los Breaks, todos ellos dirigiéndose hacia el otro lado.
De repente, los anchos hombros de Cinnamon se relajaron y el aspecto de preocupación desapareció con alivio.
"De hecho, vine a ver a mi amigo" dijo y señaló con la cabeza hacia la casa, William se giró rápidamente para ver a otro indio caminando entre las zarzas de frambuesas que ensuciaban lo que solía ser un pequeño campo de croquet.
"!Manoke!" dijo. Y luego gritó !Manoke! lo que hizo que el hombre mayor mirara hacia arriba. La cara del viejo indio se iluminó con alegría, y una repentina y despreocupada felicidad llenó el corazón de William, lavándolo como la lluvia de primavera.
El indio era ligero y enjuto como siempre había sido, su cara con unas cuantas más arrugas. Su pelo olía a humo cuando William lo abrazó, el gris de su pelo era del mismo color suave, y era grueso y tosco como siempre, pudo verlo fácilmente mientras miraba desde arriba, la mejilla de Manoke presionaba su hombro.
"¿Qué dijiste?" preguntó soltando a Manoke.
"Dije, cómo has crecido, muchacho" contestó Manoke sonriéndole. "¿Necesitas comida?"
Me encanta, creo que la historia nos dará muchas sorpresas, a un Willy mucho más maduro y curtido.
ResponderEliminarGracias por este pedacito del libro.
ResponderEliminarGracias!!
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