16 de junio de 2016

#DailyLines Viajera: Fantasmas. Sin Hogar. Sin Voz.

Fuente/Source: Diana Gabaldon

«Como señalé anteriormente, no suelo hablar de política ni de religión, y con esta publicación no estoy haciendo ninguna de las dos cosas. Y a pesar de que la actual crisis de refugiados pueda tener raíces en una de ellas, o ambas, creo que la realidad de la humanidad supera a ambas.

Mi querida traductora al alemán, y gran amiga, Barbara Schnell, me pidió a principios de semana si podía publicar una pequeña parte de "Viajera" que acababa de traducir, en la versión en alemán de mi página web (que ella mantiene gratis para mi). Ella convive permanentemente con la crisis de refugiados, está en la puerta de su casa, por decirlo de alguna manera; y de prontó la golpeó la realidad de "la voz" -o mejor dicho, la falta de una- que ella creyó se expresaba vívidamente en este extracto breve.

Estuve de acuerdo con ella, y es por eso que publicamos este pequeño trozo de "Viajera" en ambos sitios web. Si no han leído el tercer libro, es un GRAN SPOILER. Para aquellos que sí lo han hecho, pero no recuerden bien la situación...

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Aquí, Claire acaba de ser salvada del ataque propiciado por un ministro mentalmente perturbado al que se le dio por asesinar mujeres impuras. El socio chino de Jamie, Sr. Willoughby (su nombre verdadero es Yi Tien Cho), acaba de romperle la cabeza al reverendo con sus bolas de jade, y a raíz de este incidente, muchas cosas son reveladas -incluyendo el hecho de que fue Yi Tien Cho quién traicionó a Jamie ante sir Percival Turner, y a los agentes recolectores de impuestos que lo perseguían.

(El personaje del Sr. Willoughby está de hecho basado en un inmigrante/refugiado de nombre Hu. Siendo un caballero chino, el Sr. Hu llegó a Edimburgo en el siglo XVIII, por medios que no se conocen con certeza. No sabía hablar inglés, y no hizo ningún esfuerzo por aprender. Varias personas escocesas lo ayudaron, proveyéndole comida y un lugar para dormir, pero él encontró  la cultura tan completamente foránea, que vivía en una desesperanza constante, y finalmente murió, como un extraño hasta sus últimos días. Y era este sentimiento esencial de persona desplazada, un hombre sin voz verdadera, lo que esperaba transmitir y revelar en esta reunión final con Claire).


Viajera, Capítulo 61: La Hoguera del Cocodrilo
©DianaGabaldon

—No era un hombre inglés —dije. Tenía las palmas de las manos húmedas y me las sequé en la falda—, sino un nombre inglés. Willoughby.

—No Willoughby —exclamó con aspereza—. ¡Yi Tien Cho!

—¿Por qué? —inquirí casi gritando—. ¡Mírame, maldito seas! ¿Por qué?

Entonces me miró. Sus ojos eran negros y redondos como canicas, pero habían perdido el brillo.

—En China... —dijo—. Cuentos. Profecía. Dicen que un día vendrán fantasmas. Todo el mundo miedo fantasmas.

Asintió una vez, dos, luego miró el cuerpo que yacía en el suelo.

—Salgo China para salvar vida. Mucho tiempo despertar, veo fantasmas. Por todas partes, fantasmas —continuó con suavidad—. Viene fantasma grande: cara blanca, horrible, pelo de fuego. Creo me comerá el alma.

Tenía la vista clavada en el reverendo. Elevó hacia mí los ojos remotos y serenos como el agua
estancada.

—Tengo razón —dijo simplemente y asintió de nuevo. Hacía varios días que no se afeitaba la cabeza, pero el cuero cabelludo que asomaba por debajo de la pelusa negra brilló bajo la luz que se colaba por la ventana—. Él come mi alma, Tsei-mi. No más Yi Tien Cho.

—Pero te salvó la vida —señalé.

Asintió una vez más.

—Lo sé. Mejor morir. Mejor morir que ser Willoughby. ¡Wil loughby! ¡Puaj! —Giró la cabeza para escupir con la cara contraída y repentinamente enfadado—. ¡Él habla mis palabras, Tse-mi! ¡Come el alma!

Su arrebato de cólera desapareció con la misma celeridad. Estaba sudando a pesar de que en el salón no hacía tanto calor. Se pasó una mano trémula por la cara sudorosa y se limpió la humedad.

—Veo un hombre en la taberna. Pregunta por Mac-Du. Yo ebrio —informó objetivamente—. Quiero mujer, ninguna mujer viene. Reír, decir gusano amarillo... —Movió una mano hacia los pantalones, meneando la cabeza y su coleta rozó la seda de su casaca con suavidad—. Gwao-fei todos iguales. Yo ebrio —repitió—. Hombre fantasma quiere Mac-Du, me pregunta. Digo sí, conozco Mac-Du. —Se encogió de hombros—. No importa nada.

Volvió a mirar al pastor. El pecho flaco de Campbell cayó una vez más y quedó inmóvil. No se oía nada en la habitación, la respiración había cesado.

—Es deuda —dijo Yi Tien Cho señalando el cuerpo—. Yo deshonrado. Yo extranjero. Pero pago. Tu vida por mía, Primera Esposa. Dile a Tsei-mi.

Asintió una vez más y se volvió hacia la oscura galería donde había un susurro de plumas. Ya en el umbral se dio la vuelta.

—Cuando despierto en muelle, pienso fantasmas han venido, todos alrededor —dijo Yi Tien Cho con suavidad. Tenía la mirada oscura y serena, sin ninguna profundidad—. Pero no. Soy yo. Yo soy el fantasma.

La brisa sopló por entre las puertas francesas y el chino desapareció; con rápidas pisadas se alejó por la galería seguido de la agitación de unas alas abiertas y un suave y primitivo ¡uaaa! que se perdió entre los ruidos nocturnos de la plantación. »

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