Fuente/Source: Diana Gabaldon
Miré hacia abajo y vi a Jamie emerger de entre los sauces que bordeaban el arroyo Deep Eddy, espantando a los niños como si fueran un pequeño y desobediente rebaño de ovejas, dando tumbos de lado a lado, chocándose entre ellos y riendo. No era la primera vez que echaba de menos a Rollo, se hubiera encargado de este trabajo con gusto, y me santigüé ante el pensamiento con una sonrisa triste.
"¿Crees que es apropiado rezar por el alma de un animal?" le pregunté a Roger que estaba encendiendo el fuego para cocinar, ayudado por Mandy que le acercaba palos y otros objetos que ella pensaba se debían incluir. Se enderezó sacudiendo sus manos y me sonrió.
"Creo que cualquier plegaria es buena ser rezada, pero no creo que los presbiterianos tengan ninguna doctrina específica para animales. ¿Qué animal tienes en mente? Porque si es la Cerda Blanca...."
"No" dije dubitativa. "Estoy casi segura de que la Cerda Blanca está más allá de la redención. Sino es más bien una especie de pequeño demonio. Estaba pensando en Rollo"
"Oh, perros. No, cariño, el fuego es lo suficientemente grande ya- debemos dejarlo que se consuma un poco para que la abuela pueda cocinar nuestra cena. Ve a lavarte las manos- y quizás también la cara ya que te pones, ¿de acuerdo?"
"Y pídele a Germain que me traiga un cubo de agua, Mandy" la llamé. Ella asintió amigablemente y se dirigió hacia el pozo. Llevaba a Esmeralda debajo de un brazo y su andrajoso delantal- ahora manchado de hollín- flotando alrededor de sus piernas.
"Perros" repitió Roger girándose hacia mí. "Bueno.... una vez conocí un sacerdote católico en Inverness- cantaba en el coro de San Stephen, como hobby, ya sabes; gran barítono- una noche me tomé una pinta con él y durante la conversación hablamos sobre perros. Él acababa de perder uno de sus perros, un perrito muy dulce que llevaba con él para ensayar y se enrollaba entres sus pies mientras cantaba. Por lo tanto propuse un brindis por Tippy y todo el bar se nos unió- bueno, en ese momento alguien preguntó a Peter- Peter Drummond, Padre Pete, le llamaban- le preguntó si los perros tenían alma.
"Por supuesto que la tienen" Jamie había dispersado a su rebaño y había ascendido la colina a tiempo para escucharnos. "¿Cómo puede mirar a los ojos a un perro y dudarlo?"
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