15 de abril de 2020

En Outlander, la entretenida serie de Starz que nos ayuda a escapar de la realidad, hay una línea argumental importante para encontrar la cura

Fuente/Source: The Washington Post


Si queremos escaparnos de la realidad en unos momentos en los que experimentamos tanta necesidad de apoyo emocional, ¿puede haber algo más satisfactorio que una serie tan romántica, que nos trae tantos saltos en el tiempo, como Outlander?

Los fans llevan diciendo eso mismo desde hace años, cayendo felizmente en los brazos de un highlander escocés del siglo XVIII muy sensible, Jamie Fraser. O en los de su brillante esposa, Claire, una doctora del siglo XX. O quizá existe una manera de remeterse entre los dos, como si fuera un sándwich amoroso de Outlander (imagino que los fans de la ciencia ficción ya han ideado escenarios de este tipo).

El show ha ido desgranando las populares novelas de Diana Gabaldon, y ya ha emitido el episodio 7 de su 5ª temporada. Estos días tenemos tiempo de sobra para empezar otra vez desde la temporada 1 y disfrutar de Outlander a nuestro propio ritmo; el resto estamos ya en la Carolina del Norte de 1771, donde increíblemente (y misteriosamente) los Fraser se ven envueltos en las primeras revueltas que anuncian la próxima Guerra de la Revolución. Y nos preguntamos: ¿Cómo es posible que una historia que empieza en Escocia termine aquí? ¡Ay, queridos! decir que es complicado es poco...

Para ser totalmente sincero, la temporada actual revela que incluso Outlander puede perder algo de su fuerza inicial, arrastrando una línea argumental en la que Jamie se ve obligado en contra de su voluntad, por las autoridades británicas, a formar una milicia para ayudar a los casacas rojas en su persecución de un Regulador novato que resulta ser el padrino de Jamie y su protector bajo juramento. Todo esto es tan complicado y estresante...y además, una vez que llegan a la batalla hay abundancia de mosquetes y de machos.

Una línea argumental mucho más interesante y premonitoria la encontramos, como siempre, en el mundo de Claire. Hace un par de temporadas, volvió con Jamie desde 1969, donde trabajaba como cirujana en Boston. Posteriormente la siguió su hija adulta Brianna, y ésta a su vez por su prometido escocés Roger. 

Ahora están todos intentando construir una vida pacífica para su familia en la recientemente creada comunidad agrícola colonial que Jamie ha bautizado como Cerro Fraser. 

Además de otras mil tareas, Claire se ha convertido en el médico del pueblo, donde trata heridas y enfermedades y de vez en cuando realiza alguna intervención como la extracción de amígdalas o el apéndice con la sola ayuda de la tecnología del siglo XVIII para asistirla. 



Aunque está maravillado por su destreza, Jamie aprendió hace ya mucho tiempo a referirse a su esposa como una "sanadora", porque ninguna mujer en su tiempo puede considerarse seriamente como doctora. Esto es ahora un tema que se trata muchas veces en la serie, cuando Claire se dispone a curar a uno o varios miserables personajes que sin ella habrían estirado la pata. Ella sabe muchísimo más de lo que ellos sabrán nunca, sin embargo, como recompensa, se la ha acusado de brujería o, lo que es peor, ha tenido que ver, impotente, como sus diagnósticos eran ignorados. 

"Te dejo luchando tu guerra particular con esos animalitos invisibles", le dice Jamie a Claire mientras se prepara para ir a trabajar la tierra. Una cola de colonos tosiendo la espera detrás de la puerta para que les ayude. 

"Bacterias", le recuerda Claire. "Es verdad que parece una guerra".

Los habitantes del Cerro Fraser tienen a Claire en alta estima, aunque no hacen ni caso de sus consejos médicos, prefiriendo la superstición, la extracción de sangre y los elixires inútiles. 

Claire está harta. Empieza a cultivar muestras de moho dentro de recipientes de cristal, esperando poder conseguir dosis eficaces de penicilina. Bajo un alias, Doctor Rawlings, circula una lista de buenas prácticas sanitarias (¡lavaos las manos!) que termina siendo impresa en un periódico local...y totalmente ignorada como simples consejos de un loco. 

"No solo estoy luchando contra la enfermedad, sino que estoy también luchando para encontrar la cura" dice Claire en un momento dado. 

Brianna se enfrenta con su madre por su voluntad de practicar medicina moderna siglos antes de lo que le corresponde: "no puedes hacer esto...faltan cien años para que se invente la penicilina".. Claire le contesta: "157 años, para ser precisos". 

Brianna dice: "pretender ser otra persona y escribir listas que van en contra de la verdad oficial es una cosa pero, ¿esto? esto es peligroso. ¿Qué pasa si interfieres con el equilibrio cósmico o rompes alguna regla del espacio y del tiempo? ¿No es eso jugar a ser Dios?"

A lo que Claire responde: "Juego a ser Dios todas y cada una de las veces en que salvo la vida de una persona en este tiempo". Claire ya ha pensado en todo esto. Como no hay ninguna explicación científica de cómo ella, Brianna y Roger fueron transportados a través del tiempo tocando las piedras de Craigh na Dun en Escocia...¿por qué pararse aquí? Ya ha tomado la decisión de  utilizar alguna ciencia en medio de la magia. "Tiempo, espacio, historia...¡a la mierda!".

En otras palabras, deja las paradojas para los fans de la ciencia ficción. En la voluntad de Claire de salvar vidas, los espectadores de Outlander pueden encontrar una inesperada nota de consuelo en los tiempos del coronavirus, creyendo que nuestra Claire Fraser está ahí, experimentando con una cura. 

También están ahí fuera otros torpes líderes y charlatanes, enmarañando datos,  pociones y teoría curativas (¿qué tal la hidrocloroquina?). En un reciente episodio, una acción cobarde por parte de uno de los catetos de la milicia destruyó la jeringuilla que contenía la única poca penicilina que tenía Claire. Es una piedra en el camino que nos decepciona, pero también un recordatorio muy apropiado de que un mundo que tanto necesita la salud muy a menudo boicotea a sus salvadores. 

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