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"Ese es el Coronel Marion, reverendo," dijo su escolta señalando. "Cuando haya terminado sus asuntos con él, uno de sus hombres le traerá de vuelta al teniente del General Lincoln." El hombre se giró para irse pero en ese momento se giró y añadió una advertencia. "No se pasee solo, reverendo. No es seguro. Y tampoco intente abandonar el campamento. Los piquetes recibieron órdenes de disparar a cualquier hombre que trate de irse sin un pase del General Lincoln."
"No," dijo Roger. "No lo haré." Pero el cabo no esperó su respuesta; se apresuraba por regresar al cuerpo principal del campamento, con las botas crujiendo sobre el suelo de conchas de ostras.
Estaba cerca- más cerca de lo que había pensado. Podía sentir todo el campamento bullendo, una sensación de energía eléctrica, hombres preparándose. Pero seguramente era demasiado temprano para...
Después caminó entre la alta puerta de piedra del cementerio, con su dintel decorado con la Estrella de David, y vio al que debía de ser el Teniente Coronel Francis Marion, con el sombrero en la mano y un abrigo azul sobre sus hombros, envuelto en una conversación con tres o cuatro oficiales.
La desafortunada palabra que surgió en la mente de Roger fue "marioneta." Francis Marion era lo que Jamie podría llamar un hombre pequeño, no medía más de metro y medio por la estimación de Roger, flaco y huesudo con una prominente nariz francesa.
Su aspecto era más llamativo gracias a su peinado, con finos mechones de cabello peinados con cuidado sobre su calva y dos mechones más gruesos en cada lado de su cabeza, como orejeras. A Roger le ardía la curiosidad por saber cómo eran sus orejas para llevar ese tipo de disfraz, pero se deshizo de ella a base de fuerza de voluntad, y esperó pacientemente a que el Teniente coronel terminara.
Su aspecto era más llamativo gracias a su peinado, con finos mechones de cabello peinados con cuidado sobre su calva y dos mechones más gruesos en cada lado de su cabeza, como orejeras. A Roger le ardía la curiosidad por saber cómo eran sus orejas para llevar ese tipo de disfraz, pero se deshizo de ella a base de fuerza de voluntad, y esperó pacientemente a que el Teniente coronel terminara.
Cazadores, había dicho el cabo. Tropas francesas, entonces, y lo parecían, muy pulcros en sus abrigos azules y verdes y pequeños ropajes blancos, y alegres penachos de plumas amarillas que salían de la parte frontal de sus sombreros como las bengalas del 4 de Julio. Indudablemente hablaban en francés, algunos de ellos todos a la vez.
Por otro lado... eran negros, lo que no se había esperado en absoluto.
Marion levantó una mano y casi todos dejaron de hablar, aunque se revolvieron en un aire general de impaciencia. Se inclinó hacia delante para hablar a la cara de un oficial que le sacaba varios centímetros, y los demás dejaron de moverse y se pararon a escuchar.
Roger no podía escuchar lo que decían, pero era fuertemente consciente de la actual corriente eléctrica que discurría en el grupo- la misma corriente que recorría el campamento, pero más fuerte.
-Dios todopoderoso, se están preparando para luchar. Ahora-
Nunca había estado en un campo de batalla, pero había recorrido algunos con su padre. El Reverendo Wakefield había sido un entusiasta historiador bélico, y un gran contador de historias; había sido capaz de evocar la sensación de pelea confusa y la lucha encarnizada del campo abierto en Sheriffmuir, y la sensación de fatalidad y matanza de la tierra encantada de Culloden.
Por otro lado... eran negros, lo que no se había esperado en absoluto.
Marion levantó una mano y casi todos dejaron de hablar, aunque se revolvieron en un aire general de impaciencia. Se inclinó hacia delante para hablar a la cara de un oficial que le sacaba varios centímetros, y los demás dejaron de moverse y se pararon a escuchar.
Roger no podía escuchar lo que decían, pero era fuertemente consciente de la actual corriente eléctrica que discurría en el grupo- la misma corriente que recorría el campamento, pero más fuerte.
-Dios todopoderoso, se están preparando para luchar. Ahora-
Nunca había estado en un campo de batalla, pero había recorrido algunos con su padre. El Reverendo Wakefield había sido un entusiasta historiador bélico, y un gran contador de historias; había sido capaz de evocar la sensación de pelea confusa y la lucha encarnizada del campo abierto en Sheriffmuir, y la sensación de fatalidad y matanza de la tierra encantada de Culloden.
Roger estaba sintiendo casi lo mismo, elevándose de la tranquila tierra del cementerio a través de su cuerpo, y cerró el puño, sintiendo la necesidad urgente de tener un arma en su mano.
[Excerpt from GO TELL THE BEES THAT I AM GONE, Copyright 2020 Diana Gabaldon. Many thanks to Mikaela Granstrom for the magnificent bee photo!]
que ganas!! :)
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