17 de noviembre de 2016

#DailyLine (ADELANTO) Libro 9: Ian y Rachel. Y unos cuantos Mohawks

Fuente/Source: Diana Gabaldon


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Come Tortugas tragó el último bocado de su guiso de pavo y emitió un sonoro eructo como agradecimiento en dirección a Rachel, luego le entregó su plato, diciendo, "Más", antes de reanudar la historia que había estado contando entre bocado y bocado. Afortunadamente, era sobre todo en Mohawk, mientras que las partes que habían sido en inglés, parecían tratar sobre uno de sus primos el cual había sufrido un destripamiento parcial muy cómico a raíz de un encuentro con un alce enfurecido.

Rachel tomó el plato y lo rellenó, mirando fijamente la parte trasera de la cabeza de Come Tortugas e imaginando la luz de Cristo brillando en él. Debido a una infancia huérfana y miserable, había tenido una práctica considerable en tal discernimiento, y era capaz de sonreír amablemente a Tortugas mientras colocaba el plato recién rellenado a sus pies, sin interrumpir sus gesticulaciones.

Considerando el lado bueno, reflexionó, mirando a la cuna,  la conversación de los hombres había apaciguado a Oggy hasta adormecerlo. Con un vistazo que captó la mirada de Ian y un gesto con la cabeza hacia la cuna, salió para disfrutar del placer más inusual de una madre: diez minutos a solas en el retrete.

Relajada en cuerpo y mente como se encontraba, era reacia a volver a la cabaña. Pensó brevemente en bajar caminando hacia la Casa Grande para visitar a Brianna y Claire, pero Jenny había bajado cuando se hizo evidente que los Mohawks pasarían la noche en la cabaña de los Murray. Rachel apreciaba mucho a su suegra, después de todo ella adoraba a Oggy y quería a Ian perdidamente, pero realmente no quería la compañía de ninguno de ellos en este momento.

La noche era fría pero no glacial y llevaba un grueso chal de lana. Una luna gibosa* se elevaba en medio de un campo de gloriosas estrellas y la paz del Cielo parecía susurrar desde el bosque de otoño, con el aroma punzante de las coníferas y un aroma más suave de las hojas moribundas. Se abrió paso con cuidado por el sendero que conducía al pozo, se detuvo a beber un trago de agua fría y luego continuó, llegando, un cuarto de hora después, al borde de una formación rocosa desde la cual, de día, se divisaban las montañas y valles interminables. De noche, era como estar sentado en el borde de la eternidad.

La paz se filtró en su alma con el frío de la noche, ella la buscó y le dio la bienvenida. Pero todavía, en contraste con la gran tranquilidad que la rodeaba, había una parte inquieta en su mente y un ardor en su corazón.

Ian nunca le mentiría. Él se lo había dicho y ella le creyó. Pero no era lo suficientemente tonta como para pensar que eso significaba que él le había contado todo lo que podría querer saber. Y ella tenía muchas ganas de saber más sobre Wakyo´tenyensnohnsa, la mujer Mohawk que Ian había llamado Emily... y había amado.

Quizás ella estaba viva, quizás no. Si ella vivía... ¿cuál podría ser su situación?

Por primera vez, se le ocurrió preguntarse qué edad podría tener Emily, y cómo sería. Ian nunca lo había mencionado; ella nunca lo había preguntado. No había parecido importante, pero ahora...

Bien. Cuando lo encontrara solo, se lo preguntaría, sin más. Y con determinación, giró su cara hacia la luna y su corazón hacia su luz interior y se preparó para esperar.


Más o menos una hora más tarde algo se movió a su lado en la oscuridad e Ian estaba de repente detrás de ella, cálido en la noche.

"¿Está Oggy despierto?" preguntó acurrucándose en su chal.

"No, muchacha, está dormido como un tronco."

"¿Y tus amigos?"

"Más de lo mismo. Les dí un poco de whisky del tío Jamie."

"Cuanta hospitalidad, Ian."

"No era mi intención, pero acepto si eso te hace pensar un poquito mejor de mí."

Le puso el pelo detrás de la oreja, agachó la cabeza y le besó ese lado del cuello, dejando clara su intención. Ella dudó un instante pero después subió su mano bajo su camisa y se dejó llevar, tendida de espaldas sobre su chal bajo el cielo estrellado.

Deja que seamos solo nosotros, una vez más, pensó- si él piensa en ella, que no sea ahora.
Y fue por eso que no le preguntó cómo era Emily, hasta que los Mohawks finalmente se fueron, tres días más tarde.








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