Fuente/Source: Diana Gabaldon
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"Serías un buen Amigo, sabes," remarcó Rachel apartando un arbusto de laurel para su suegra, la cual iba cargada con una gran cesta de mantas. Rachel también iba cargada con Oggy, que se había quedado dormido en el arrullo en el que lo transportaba.
Janet Murray le dirigió una profunda mirada emitiendo lo que Claire había descrito como un sonido escocés, era una mezcla entre resoplido y un sonido con la garganta que podía indicar cualquier cosa, desde una pequeña broma, aprobación o desprecio, burla o algo inevitable. Por el momento Rachel pensó que su suegra se divertía y sonrió.
"Eres franca y directa", puntualizó. "Y honesta. O al menos lo supongo", añadió con tono burlón. "No puedo decir que te pillara nunca en una mentira".
"Espera a conocerme un poco más, muchacha, antes de hacer juicios como ese" la avisó. "Soy un poco mentirosa cuando la ocasión lo requiere. ¿qué más? "Sus oscuros ojos azules se entrecerraron un poco -definitivamente divertida. Rachel le sonrió, y pensó por un momento, avanzando por un empinado trecho de grava donde el camino se había borrado, luego regresando a coger la cesta.
"Eres compasiva. Amable. Y audaz" dijo viendo como Jenny se deslizaba agarrando una ramas para mantenerse erguida.
Su suegra se giró bruscamente con los ojos azules muy abiertos.
"¿Audaz?" dijo incrédula. "¿Yo?" emitió un sonido que Rachel habría deletreado como "Pssssht". "He tenido un miedo atroz desde que tenía diez años, _a leannan_. Pero te acostumbras, ¿sabes?" cogió nuevamente la cesta, y Rachel acomodó a Oggy, cuyo peso se había doblado desde que se había quedado dormido, en una posición más cómoda.
"¿Qué pasó cuando tenías diez años?" preguntó con curiosidad.
"Mi madre murió" respondió Jenny. Su expresión y su voz eran ambas neutrales, pero Rachel podía oír el duelo en ellas, tan claro y alto como el canto de un tordo ermitaño.
"La mía murió cuando yo nací" dijo Rachel después de una larga pausa. "No puedo decir que la echo de menos ya que no la conocí, aunque por supuesto..."
"Dicen que no puedes echar de menos lo que nunca tuviste, pero se equivocan" dijo Jenny tocando la mejilla de Rachel con la palma de su mano, pequeña y cálida. "Mira por dónde caminas, muchacha. Está resbaladizo".
"Sí". Rachel mantuvo los ojos en el suelo, caminando a grandes zancadas para evitar un pequeño charco. "Sueño, a veces. Que hay una mujer, pero no sé quién es. Quizás sea mi madre. Parece amable, pero no dice mucho. Solamente me mira".
"¿Se parece a ti, muchacha?"
Rachel se encogió de hombros acomodando a Oggy con una mano bajo su trasero.
"Tenía el pelo oscuro, pero nunca puedo recordar su rostro cuando me levanto".
"Y no sabrías cómo era ella cuando estaba viva" Jenny asintió mirando al más allá. "Yo sé como era la mía- y si alguna vez quieres saber cómo era, solamente tienes que ir y echar un vistazo a Brianna, es la misma Ellen MacKenzie Fraser en persona aunque un poco más alta".
"Lo haré" le aseguró Rachel. Encontraba a su nueva prima política un poco intimidante aunque Ian claramente la adoraba. "Asustada, ¿y dices que lo has estado desde entonces?" Pensaba que nunca había conocido a nadie con menos miedo que Janet Murray, la había visto el día anterior con un enorme mapache en el porche de su cabaña, sacándolo con una escoba y un insulto escocés, a pesar del amenazante aspecto del animal y sus enormes garras.
Jenny la miró, sorprendida, y se pasó la pesada cesta de un brazo a otro con un pequeño gruñido mientras el camino se estrechaba.
"Oh, no tenía miedo por mí, a_nighean_ nunca tuve miedo de ser asesinada o algo así. No, miedo por... ellos. Miedo de no poder arreglármelas, de cuidar de ellos"
"¿Ellos?"
"Jamie y Papá" dijo Jenny, frunciendo el ceño por el suelo que pisaban. Había llovido mucho la noche anterior, e incluso el campo abierto estaba empapado. "No sabía cómo cuidar de ellos. Sabía que no podía ocupar el espacio de mi madre para ninguno de los dos. Pensé que morirían sin ella".
_Y te habían dejado completamente sola_ pensó Rachel. _Queriendo morir, también, y no sabiendo cómo. Parece mucho más fácil para los hombres; ¿me pregunto por qué? ¿no piensan que nadie más los necesita?_
"Sin embargo, te las arreglaste" dijo, y Jenny se encogió de hombros.
"Me puse su delantal y les hice la cena. Era todo lo que sabía hacer. Alimentarles".
"Supuse que era lo más importante" Inclinó la cabeza y pasó los labios por encima del gorrito de Oggy. La mera presencia de su hijo hizo que sus pechos se estremecieran y dolieran. Jenny lo vio y sonrió de una manera triste.
"Sí. Cuando tienes hijos, hay un pequeño espacio de tiempo en el que tú eres todo lo que necesitan. Y luego abandonan tus brazos y vuelves a tener miedo porque ahora sabes todas las cosas que pueden herirlos, y no eres capaz de mantenerles alejados de ellas".
Gracias a Michelle Valdemar por esta bonita abeja en lo que parecen ser claveles silvestres.
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